![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiv8Q7xw3mJMFOfso8BGxa19Zcqwlcr4jS5j4AbGzsUTzU_GichTf6kDbpcFEXdT6iyhgmpZigo75viuqNqvH5wK2x7Zf4Ro2zq9-H0FKrqtcH5WBgmNGWfnMFHgJ1MW8t-QqTXsIUrscs/s600/01-marcas-conciencia-2017-wiha-05.jpg)
Cuando nos vienen a la memoria marcas como Paredes, Kelme o Crube, tendemos a imaginarnos a nuestros recuerdos de niños con ellas, a nuestra infanca, y a personas que han vivido la historia de la marca desde hace muchos años, que prácticamente de forma constante las han lucido, llevado y usado con orgullo. Pero no, nada más lejos de la realidad.
Toda esa imagen, que se encargan muy bien de publicitar y destacar esas mismas firmas, recurriendo a valores como "retro", "calidad", "duradero", "histórico" (e incluso "mítico", en el caso de Paredes, casi nada...), es simplemente eso: imagen. Una cortina de humo. Puro escaparate. Normalmente los dueños de esas marcas solo se dedican a contar las ganancias y a cuantificar ventas, de todo lo demás hace tiempo que "pasaron del tema". Detrás de esas marcas se esconden empresas de marketing y de imagen, que se encargan de que te creas lo que no son mas que ficticias realidades en tu imaginación, que se dedican al cacareado "social branding" y similar, en aras de hacerte creer que son las marcas de toda la vida. Las mismas que conociste en tu infancia e incluso las mismas que conocieron tus padres. Pero no.