Desde la aparición de los canales de pago y sectorizados por regiones, la televisión dejó de ser lo que era. La mayoría de sus programas, encaminados a entontecer al público y a servir basura y llenar la mente de los televidentes de morbo y porquería, son auténticas pocilgas de degradación y depravación. La televisión se ha convertido, a rasgos generales, en tugurios demoníacos donde lo peor del género humano campa a sus anchas para consumo y degustación de los más incautos y obscenos ciudadanos.
Los canales de televisión se han convertido en los aquelarres modernos.