A los más jóvenes seguramente les resulte extraño oír esto, pero "los más viejos del lugar" lo entenderán perfectamente: hubo un tiempo en que el ordenador que teníamos en casa nunca necesitaba actualizaciones. Nunca se conectaba a internet (no existía), y por lo tanto nunca corría riesgos innecesarios. Es cierto que seguía estando expuesto a virus y diferente "malware", pero la mayoría de las veces era debido más a nuestra propia desidia (o inocencia, que también solía ocurrir) que a otras cuestiones. Por ejemplo, al usar aplicaciones de amigos o de la academia o universidad que nos bajábamos de internet en disquetes.
El hecho es que cuando adquirí el nuevo ordenador, decidí dejarlo "offline". Las razones son varias, una de ellas es la imposibilidad de actualización por la brutal demanda de recursos y espacio de Windows 10 y, la otra, porque lo que hago podía hacerlo sin conexión a internet. O mejor dicho: con una conexión secundaria.