No suelo participar en promociones de marcas de alimentación porque, la mayoría de las veces, o son una estafa o no merece la pena el esfuerzo que tienes que invertir para participar (rellenar pesadísimos cuestionarios, darte de alta en redes sociales, subir fotos o tonterías varias...). Pero me llamó la atención el sorteo de BiFrutas (una bebida que hereda la imagen de Zumosol, ya sabéis que Pascual vendió Zumosol a los turcos Toksoz y, desde el fallecimiento de Pascual, la firma no ha levantado cabeza -tanto es así que han tenido que cambiar de nombre, ahora se llaman "Calidad Pascual-). Pero decido probar a ver qué se cuece detrás de este rimbombante sorteo (no es que me excite mucho una vuelta al mundo, sinceramente, y además su "vuelta al mundo" está llena de "trampas").
Tras realizar todo el proceso de registro, me piden subir dos fotografías: una del código en sí -que va en el envase-, y la otra del ticket de compra (debe ser porque no se fían de si compraste tu caja de zumo, o la robaste..., en fin). Lo que me llama la atención es que piden todo eso incluso antes de saber si te ha tocado o no, lo cual no tiene sentido alguno: ¿no habría sido más fácil pedir escribir el código y luego, si es que te ha tocado algo, pedirte lo demás?
Pues hago todo eso y me lanza a una página en donde, en letras sobredimensionadas, me llenan de "felicidades", "te ha tocado", "eres muy afortunado" y cosas así. ¿El premio tan suculento? Una app. Una aplicación para móvil -deben suponer que todos estamos adictos al smartphone..., yo no-, que supongo que será su propia app para anunciarte lo buenos que son y sus productos. Una aplicación para móvil que, por supuesto, no me descargué y cerré la página corriendo.
Que le pongan tanto bombo y platillos para regalarte una app, y encima lo hagan -probablemente se la darán a todos los nuevos que se inscriban, una app de su marca no vale para nada: una vez programada, nadie se la compraría- simulando que te ha tocado un gran premio, me parece indignante. Pero más penoso aún me parece que, para ahorrarse las molestias, dejen todo ese proceso en manos de una subcontrata. Quiero decir: Pascual, como marca, publicita en sus envases el sorteo y demás, pero realmente ellos no regalan nada, sino que han recurrido a terceros para que les lleven todo el asunto y ahorrarse molestias. Esos terceros, como se puede ver, no les preocupa para nada la marca Pascual, bien pueden organizar un sorteo para Pascual como organizar otro para agua Bronchales, o para la competencia, como Puleva (marca que, irónicamente, también ellos llevan en sorteo) o Flora (a la que también organizan sorteos).
Y esta firma que se esconde detrás es PromoHighCo, una firma que le lleva las promociones a Bimbo, a Nestlé, a Suchard, a Zanussi y a un sin fin de multinacionales. Imaginaros cómo pueden sentir ellos la marca, y lo que les importará, si tanto te venden una promoción de Pascual como una promoción de AEG (otra marca que llevan también). Lo que sí me llama la atención es la cantidad de fabricantes que dejan estas cosas en manos de terceros, que se despreocupan del tema y, más aún, que ni siquiera se molestan en comprobar si realmente estas subcontratas transmiten el mensaje y la imagen que les conviene. Por de pronto, el que transmiten de Pascual es penoso, dantesco, y tanto es así que te dan ganas de no volver a comprar sus productos -yo desde luego seguiré con mi marca de Hacendado-. Imaginaros qué tiene que ver Pascual con un crecepelo, o con una crema antiedad (promociones que ellos también lleva).
PromoHighCo pertenece a la compañía de marketing Highco, un poderosísimo grupo francés creado a principios de los noventa pero que hasta la década del 2000, con la explosión de Internet y, sobre todo, la entrada en su accionariado de WPP, no empezó a estar muy activo. Hace unos años empezó a adquirir firmas de agencias y relaciones sociales, como Milky o Yuzu, especialista en fidelización (o sea, marketing para desengañados).
Para resumir: en realidad, cuando crees que una marca te gusta y participas en su promoción, lo que estás haciendo es ser cliente de una multinacional de la publicidad, contratada expresamente no para regalarte nada, sino más bien para "venderte" la moto, y no para la marca a la que -inocentemente- le tienes tanto cariño. Lejos, muy lejos, quedan ya aquellos tiempos en donde las marcas eran quienes hacían sus regalos directamente a sus estimados clientes, quienes cuidaban personalmente de ellos, y quienes se preocupaban por ellos. Hoy, en realidad, la mayoría de marcas son eso: marcas sin más, muchas de ellas no solo no fabrican sus productos, sino que ni siquiera se preocupan en mantener y valorar a sus clientes. Por eso en muchos casos -y no es extraño que así ocurra- lo mejor es elegir una marca blanca. Al menos así nadie te engaña simulando ser lo que no es.
| Redacción: Duraderos.esRevistas.com