Ayer
Guti me hablaba de un reloj que, a priori, era una auténtica delicia: calibre con movimiento manual (de esos que, por desgracia, tan poco se ven hoy), hecho en Suiza, cristal de zafiro antirreflejos, diseño de gran visibilidad y armis de tipo
Bonklip. Todo ello en un reloj que rememora a los del ejército británico de los años cuarenta. Su precio estaba a la altura de lo elitista del modelo: 700 € (690 €, en concreto, nada menos).
Sin embargo, resulta que su fabricante "no lo había contado todo", y había hecho algo que, por desgracia, es práctica tan habitual en la relojería mecánica, y es ocultar mucha información sobre su construcción. Así, no contaban en las especificaciones que la corona iba roscada, que es un incordio cuando a un reloj tienes que darle cuerda cada día. Más aún: la cuerda
no tenía tope, así que no sabías cuándo lo tenías ya totalmente cargado (podías estar dándole cuerda todo el día, y el reloj seguiría tal cual..., supongo que a su fabricante le daría igual). Y encima, la corona tenía una posición "fantasma", y no, no es que les haya sobrado tija, es que sencillamente el calibre era con ventana fechadora, que le habían tapado artificialmente.
Es decir, que uno compra una cosa, espera una cosa, y se encuentra con un batiburrillo de despropósitos totalmente diferente y un poco (o bastante) desagradable.