Hay ciertos datos que, por sí solos, llaman bastante la atención, y el mundo del automóvil - y el tráfico rodado en general - es una auténtica mina respecto a estas cosas. Por ejemplo, el primer semáforo de España se colocó en Madrid, y estaba situado entre el cruce de la Gran Vía y la calle de Alcalá. Esto ocurría en el año 1926. Barcelona tendría que esperar tres años para que los catalanes viesen el primer semáforo en sus calles, fue en 1929 y en la Ciudad Condal se colocó en la intersección que formaban las calles Balmes y Provenza. Allí también se instaló el primer paso de cebra de Barcelona. Antes de él, la gente cruzaba "donde quería", claro que también es verdad que para ver un coche pasar había que armarse de paciencia. Tanto es así que me contaban cómo, en mi pueblo, los niños jugaban a la pelota en plena carretera nacional, algo impensable hoy en día, por supuesto. Cuando escuchaban - a lo lejos - el ruido de un motor, simplemente se apartaban, dejaban pasar el coche, y volvían a hacer rodar el balón.
Y es que no era algo sencillo. Al lado del semáforo se colocaba un policía local ordenando el tráfico, para que la gente hiciera caso a la señal luminosa, y los coches también (de otra manera, ni se detenían). Para intentar mejorar esta situación y reducir el caos que generaba "semejante instrumento", el ayuntamiento publicaba anuncios en la prensa explicándoles a los barceloneses (y madrileños) cómo funcionaban esas cosas del "semáforo", y lo que había que hacer ante sus señales.