Una tarde uno de mis amigos, ex-compañero de trabajo, me llamó para que bajase a la calle. Cuando salí del portal le vi al lado de la acera, junto a una destartalada y antigua furgoneta de Renault. La furgoneta en algún momento de su vida había sido amarilla, sin embargo ahora su color, desgastado por las inclemencias del tiempo y el uso, era más bien cremoso. Dimos una vuelta, para acabar comprobando que realmente era un vehículo que no había tenido precisamente una buena vida -una furgoneta es un vehículo de trabajo, así que imaginaros...-, pero aún así su motor Cleon (así llamado popularmente, debido a la factoría francesa de la que procedían) seguía tirando de ella tan alegremente.
Era una furgoneta que, como suele ocurrir con los vehículos viejos, tenía su "temperamento". En los días lluviosos y fríos le costaba bastante arrancar, aunque el motivo era que a su viejo distribuidor mecánico le entraba humedad y hacía mal contacto. Pero tarde o temprano, o incluso abriéndole el Delco y dándole un poco de calor, mi amigo lograba que echase a andar.