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Tecnología mecánica, la tecnología de la segunda oportunidad


Una tarde uno de mis amigos, ex-compañero de trabajo, me llamó para que bajase a la calle. Cuando salí del portal le vi al lado de la acera, junto a una destartalada y antigua furgoneta de Renault. La furgoneta en algún momento de su vida había sido amarilla, sin embargo ahora su color, desgastado por las inclemencias del tiempo y el uso, era más bien cremoso. Dimos una vuelta, para acabar comprobando que realmente era un vehículo que no había tenido precisamente una buena vida -una furgoneta es un vehículo de trabajo, así que imaginaros...-, pero aún así su motor Cleon (así llamado popularmente, debido a la factoría francesa de la que procedían) seguía tirando de ella tan alegremente.

Era una furgoneta que, como suele ocurrir con los vehículos viejos, tenía su "temperamento". En los días lluviosos y fríos le costaba bastante arrancar, aunque el motivo era que a su viejo distribuidor mecánico le entraba humedad y hacía mal contacto. Pero tarde o temprano, o incluso abriéndole el Delco y dándole un poco de calor, mi amigo lograba que echase a andar.

Ellos venden aquí, nosotros vendemos allá


En un mundo globalizado las reglas de juego y los consumidores objetivo cambian totalmente. En un entorno en el cual los mercados están abiertos y cualquiera puede competir ofreciendo los precios más bajos que sean posibles, cualidades antaño muy apreciadas como la durabilidad o la capacidad de que el producto sea reparable pierden importancia frente a lo fácil que es conseguir ese producto y reemplazarlo. Los productos -como la comida que lleva ese apelativo- se vuelven "basura" antes incluso del primer uso, a veces nada más sacarlos de la tienda.

Las marcas de toda la vida que ofrecían artículos de mucha calidad no pueden competir en ese entorno, pero en estos últimos años se está produciendo un hecho curioso: nuestras marcas "valiosas", son cada vez más apreciadas en los países de los cuales parten los productos que, en su día, les quitaron su sitio en el mercado.

Por qué no hay que comprar productos de multinacionales


El aterrizaje a Nestlé del multimillonario inversionista Dan Loeb es una buena ocasión para recordar cómo operan este tipo de compañías. Reduciéndolo a lo más básico, y para que todos nos entendamos, cuando adquieres un producto, por ejemplo un chocolate Cibeles, sabes más o menos a dónde se dirige tu dinero y a manos de quién va, y lo mismo ocurre con otras marcas, como Zahor. Aunque por desgracia eso es lo menos habitual y antes, con fábricas como La Herminia (en alimentación) o IKE (en textil, con camisas que eran famosas por su durabilidad) era más fácil saber en qué invertían nuestro dinero: en su producto.

Sin embargo, cuando adquirimos un artículo a una multinacional (Nestlé, Coca-Cola, Adidas, Reebok, y podría continuar casi hasta el infinito) nuestro dinero acaba en unos dividendos que se reparten multimillonarios inversores que, por lo general, se esconden tras firmas de inversión, y cuyo principal fin es repartirse los beneficios. La mayoría ni sienten la firma, y muchos de ellos ni siquiera saben qué fabrican, solamente les interesan los cheques que llegan a su nombre.

¿Merece la pena comprar relojes nuevos?


Ya ves que el titular, por poco visto, resulta hasta extraño. Normal, lógico, todo lo que ves, lees o consultas por internet intenta venderte algo, de manera que ver un artículo con todo lo contrario nos parece muy chocante, y esa es la diferencia entre los medios que viven para colocarte el producto más caro que te puedan incrustar, y una web como nosotros, independientes de mercaderías y mercados.

Tampoco es que queramos quitarte la ilusión de adquirir relojes nuevos, lejos de nosotros tal cosa, pero sí hacerte ver de alguna forma otras perspectivas que no suelen aparecer comúnmente.

Las sucias técnicas para aumentar beneficios de los grandes centros comerciales


Hace unos días conversaba con una persona que se dedica a la restauración y me contaba cómo había dejado de acudir de compras para sus proyectos a Ikea. Según él, además de que en calidad y precio no difería de una tienda de los chinos (no hay nada nuevo bajo el sol, y si ponen los productos baratos por algo es), me contó que ya le había ocurrido varias veces el acudir a Ikea, ver un producto de oferta y aprovechar para comprarlo, y luego al pagar en caja y mirar el recibo darse cuenta de que de oferta nada, había pagado el artículo sin descuento. Me contó que también conocía a más personas que les había ocurrido algo parecido, y que parecía no ser el suyo un caso aislado.

Le dije que en efecto, que esa era una técnica por desgracia cada vez más habitual en centros comerciales y grandes almacenes. De hecho a mí mismo ya me ocurrió varias veces en El Corte Inglés.

Señoras y señores, con ustedes el último invento obsolescente (y muy mal programado)


Si alguien es un ejemplo icónico y atroz de la más pura obsolescencia programada (y de nuestro tiempo, solo hay que ver las ventas que tiene) es el iPhone y, en general, la mayoría de productos de Apple. Persiguiendo el diseño y la apariencia "por encima de todo" (incluso a veces de la funcionalidad) el Apple con su reloj, su tablet, su smartphone y su reproductor multimedia ha llevado hasta el extremo la filosofía del "usar y tirar", de la basura y del consumismo. Fueron ellos los primeros en popularizar baterías que no podían sustituirse, periféricos solo compatibles con ellos solos, y una larga lista de "bondades" que ha entusiasmado al público -no se por qué... bueno, sí, por marketing- y que ha hecho que la envidia, ese deporte mundial, sea el primer motivo y garante del éxito. Del éxito y de los beneficios para ellos, claro, porque tener un Apple (watch, móvil u ordenador) da "categoría", eres "cool" si lo tienes, y demuestras a todos que te mueves en la clase alta social (aunque lo hayas tenido que pagar a plazos y vender a tus hijos para conseguirlo, da lo mismo).

Por eso no es extraño que Apple sea asimismo uno de los mayores defensores e impulsores del USB-C o USB de tipo C. Si el puerto USB que llevamos usando desde los noventa ya estaba suficientemente probado y parecía tener una más o menos estabilidad (aunque últimamente aparecían más y más variantes de micro-USB, mini-USB y similares), parece que han visto que han llegado al tope de beneficios con ellos y los lobbies de la industria (el USB Implementers Forum) se han puesto de acuerdo para que sustituyamos cables, periférico y dispositivos, y así sigamos alimentando al monstruo del consumismo aunque nuestro periférico, dispositivo o cable funcione todavía perfectamente.

Para que lo veas en perspectiva


Todo el mundo sabe que casi todo lo que adquirimos hoy día viene de China, sobre todo objetos baratos, objetos de usar y tirar, útiles de lo más variopinto, desde tecnología hasta muebles, pasando por automóviles, productos manufacturados o juguetes. En China es también donde se ha trasladado buena parte de nuestra industria, elementos de todo tipo y componentes de todas clases.

Pero todo eso a veces nos suena tan repetido y tan lejano que pierde buena parte de su significado, ya casi lo vemos como algo normal. Que países asiáticos como China, Corea o Japón se hayan posicionado como el motor industrial ya lo tenemos asumido. Quizá porque no lo vemos en perspectiva. Por eso una imagen -un vídeo en este caso- vale más que mil palabras, y puede abrirle los ojos a muchos para que vean lo que realmente supone todo esto.

Un reloj que no es reloj para niños bate récords en Kickstarter


Con tan sólo dos días tras presentarse, y con un objetivo inicial de 50.000 dólares, el reloj para niños Octopus ya ha conseguido más del doble de lo que se proponían sus inventores, y va por los 116.000 dólares. Se trata del smartwatch Octopus, un reloj inteligente pensado para niños que funciona a base de iconos. Según sus creadores los niños menores de 8 años no entienden el concepto de tiempo y no son capaces de determinar cuándo ha llegado el momento de comer, hacer los deberes, jugar o dormir. Bien, con Octopus no hay problema: cada tarea (y algunas más) se identifica por un icono, así el niño puede visualmente saber qué es lo que tiene que hacer... y hacerlo.

Además, para animarlo se han incluido una especie de juegos o desafíos, con los cuales los niños podrán desbloquear iconos especiales.

La vuelta a lo básico como resistencia social


Tengo un conocido que es instalador de gas, y también realiza instalaciones de fontanería. Hace un tiempo, cuando llegó a una casa para cambiar un grifo estropeado, comentaba la ventaja que había supuesto -para ellos- la grifería actual. Resulta que a la mayoría de grifos que se instalaban ya no se reparaban, no había reparación posible, sino que se sustituían. Los grifos de antes, con aquel sistema en donde, cuando comenzaban a gotear, simplemente tenías que apretar más, ya no existían. El sistema actual llega con un determinado ajuste de fábrica y no admite ajuste posible.

Mi amigo, sin embargo, cuando remodeló su casa y realizó la instalación de fontanería instaló grifería clásica. El problema es que encontrarla le supuso bastante esfuerzo, y actualmente ese tipo de grifería solo la puedes encontrar en las gamas más altas de determinadas marcas.