Tengo un conocido que es instalador de gas, y también realiza instalaciones de fontanería. Hace un tiempo, cuando llegó a una casa para cambiar un grifo estropeado, comentaba la ventaja que había supuesto -para ellos- la grifería actual. Resulta que a la mayoría de grifos que se instalaban ya no se reparaban, no había reparación posible, sino que se sustituían. Los grifos de antes, con aquel sistema en donde, cuando comenzaban a gotear, simplemente tenías que apretar más, ya no existían. El sistema actual llega con un determinado ajuste de fábrica y no admite ajuste posible.
Mi amigo, sin embargo, cuando remodeló su casa y realizó la instalación de fontanería instaló grifería clásica. El problema es que encontrarla le supuso bastante esfuerzo, y actualmente ese tipo de grifería solo la puedes encontrar en las gamas más altas de determinadas marcas.
En el mundo de la relojería está ocurriendo exactamente lo mismo. Aquellos modelos que lo aguantaban todo, con cajas de metal y fiables, resistentes y duraderos movimientos de cuarzo, con displays digitales, son imposibles de encontrar hoy día. Estoy hablando de los W-780, de los DW-5000, los DB-100... Ahora no los hay en las tiendas, y si quieres uno tienes que irte a japón (el Casio GW-5000) y pagar un dineral no solo por el reloj, sino en tasas y aduanas. O bien irte a marcas elitistas y de altísimo lujo, como Jughans. Ese tipo de relojes tan exclusivísimos, ya solo los pueden adquirir los más pudientes, los que se pueden permitir el lujo de gastar trescientos o quinientos euros en un reloj.
Ahora quienes quieran una caja maciza de metal tienen que tragar un movimiento analógico más perezoso, inseguro y endeble.
Otro tanto ocurre en el mundo de las bicicletas. Ahora se están poniendo muy de moda las bicis fixie. Son bicicletas de piñón fijo que no tienen nada, que surgieron como una respuesta de los más contestatarios ante la avalancha y abuso de las grandes marcas. Una fixie es simple y sencilla, es el regreso a lo más elemental: sólo un cuadro, dos ruedas, cadena y piñón. En muchas de ellas ni siquiera hay frenos ni cinta o puños para el manillar. Si habéis probado una de ellas comprobaréis que es un suplicio no poder ir con rueda libre, y que si dejas de dar pedales frenas la bici o incluso puedes dar con tus huesos en el suelo. Pero son toda una revolución, un grito de protesta en sí mismas a esta sociedad en la cual nos quieren hacer esclavos del mercado, del comprar por comprar solo para que cada vez necesitemos más cosas.
Curiosamente las fixies, una bici que no tiene nada, se venden a precio de oro, muchas veces más caras que las mejor equipadas y con mejores cuadros, algo inexplicable aunque muchos no ocultan ver en ello un simple aprovechamiento de la moda por parte de las marcas, y de ahí que inflen tanto sus precios cuando su fabricación (y sus cuadros) son sumamente sencillos y baratos tanto de fabricar, como de montar. Más -mucho más- que los cuadros de aluminio. Pero ya veis: las fixie doblan (o triplican) el precio de otras bicicletas que no solo son mejores, sino que tienen una cantidad de componentes incomparable.
Pero no quieren. No quieren que tengamos y disfrutemos de relojería resistente, bicis que tú mismo las reparas sin mucha complicación, o grifos que tardan una vida en estropearse. Simplemente no les interesa, e intentan poner todas las trabas posibles (precios altos, distribución limitada...) para que no consigas hacerte con ese artículo.
No es que les cueste o no sepan construir sus cajas de titanio o acero, sus cuadro de cromoly o sus grifos de juntas tóricas sustituibles, no, no es que no quieran, es que simplemente a los fabricantes no les interesa. Y si quieres tenerlo tendrás que pagar un alto precio por ello. En internet este tipo de relojes, incluso de segunda mano, tienen precios que mejor no mirarlos. Cuando pienso que en los años ochenta podías irte a una tienda y salir con un W-780 por lo que hoy te cuesta cualquier Casio AMW me quedo un poco contrariado. Las bicis fixie nadie las quería cuando apareció la rueda libre, casi te las regalaban. Ahora como son representativas de una forma de contestación social, como hay una gran masa de gente que las defienden (e incluso las usan) más que por lo que ofrecen, por lo que representan, los fabricantes se aprovechan de ello.
En uno de mis últimos libros -El Imperio- dedico todo un capítulo a exponer el caso de una persona que ha de quedarse al margen de la vorágine que supone estar injertado en la tecnología actual. Si bien allí el protagonista se enfrentaba a esa situación por avatares de la vida, por obligación, cabría incluir a otro tipo de personas: las que se ponen al margen por convicciones. Porque dicen no y no, y no quieren tragar con las ruedas de molino que te intenta vender la sociedad moderna. Gente que usan fixies, que visten relojes mecánicos de metal y que intentan no ser un eslabón más de la cadena del consumismo. Ahora van más allá, y quieren que coloquemos la electrónica en los cambios, con un sistema de engranajes accionados electrónicamente alimentados con una pequeña batería. Este sistema hizo el ridículo cuando fue probado por algunos corredores en el una carrera oficial francesa: en mitad de la competición, hubo quien se quedó sin batería y tuvo que echar pie a tierra. Demencial cómo, en aras de un supuesto progreso, nos intentan colar productos no solo más caros, sino más ineficientes.
¿Qué tiene de malo el sistema antiguo, suficientemente probado por más de sesenta años? No, ahora quieren que hasta tu bici dependa de un enchufe, para luego, cuando ya no puedas volver atrás ni "desactualizarte", tenerte esclavizado a su sistema eléctrico, a los pagos de tasas y recibos. Quieren que dependas de ellos, y cuanto más dependas de ellos y menos puedas hacer, reparar o mantener, mejor para ellos. Y lo acabarán logrando, de la misma forma que han logrado que se instalen en las bicis frenos de disco, o que han quitado de nuestras muñecas aquellos duros relojes digitales de metal.
Poco a poco, pero con paso firme, con detalles de aquí o de allá, les regalarás tu mundo, los instrumentos que usas a diario. Tu vida. Y sin GPS, sin baterías y sin conexiones inalámbricas llegará el día en que no podamos vivir.
Eso sí, todo ello te lo adornarán y te lo venderán como si fuera para tu bien. Todo para que seas más feliz. Y ellos más ricos, claro.
| Redacción: Duraderos.com
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