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El interrogante ruso


Sí, ya sabemos que es un país, pero uno no tiene muy claro qué tipo de régimen político posee. Desde que llegara al poder el ex-espía del KGB Vladimir Putin, nadie ha podido sacarle de él. De facto Rusia funciona como una dictadura, una forma de "comunismo-capitalista" tras el estrepitoso fracaso del comunismo y la necesidad de entrada de divisas. O dicho de otra forma: comunismo para el pueblo (que sufre una gran pobreza), capitalismo para la clase dirigente (que se sumerge en la opulencia). Tal vez es ahí a donde el comunismo realmente quería llegar y a donde lleva, se puede ver en China, Cuba y en Corea del Norte, todos regímenes "comunistas" donde los dirigentes explotan a las clases obreras, que viven esclavizadas y sin apenas derechos.

Por eso llama mucho la atención que un país como Rusia, en donde la población civil sufre enormes carencias y un gran número de sus ciudadanos vive en la pobreza, el gobierno se permita el lujo de presentar lo que -según ellos- es el armamento más avanzado y sofisticado del mundo.

Ellos venden aquí, nosotros vendemos allá


En un mundo globalizado las reglas de juego y los consumidores objetivo cambian totalmente. En un entorno en el cual los mercados están abiertos y cualquiera puede competir ofreciendo los precios más bajos que sean posibles, cualidades antaño muy apreciadas como la durabilidad o la capacidad de que el producto sea reparable pierden importancia frente a lo fácil que es conseguir ese producto y reemplazarlo. Los productos -como la comida que lleva ese apelativo- se vuelven "basura" antes incluso del primer uso, a veces nada más sacarlos de la tienda.

Las marcas de toda la vida que ofrecían artículos de mucha calidad no pueden competir en ese entorno, pero en estos últimos años se está produciendo un hecho curioso: nuestras marcas "valiosas", son cada vez más apreciadas en los países de los cuales parten los productos que, en su día, les quitaron su sitio en el mercado.

Por qué no hay que comprar productos de multinacionales


El aterrizaje a Nestlé del multimillonario inversionista Dan Loeb es una buena ocasión para recordar cómo operan este tipo de compañías. Reduciéndolo a lo más básico, y para que todos nos entendamos, cuando adquieres un producto, por ejemplo un chocolate Cibeles, sabes más o menos a dónde se dirige tu dinero y a manos de quién va, y lo mismo ocurre con otras marcas, como Zahor. Aunque por desgracia eso es lo menos habitual y antes, con fábricas como La Herminia (en alimentación) o IKE (en textil, con camisas que eran famosas por su durabilidad) era más fácil saber en qué invertían nuestro dinero: en su producto.

Sin embargo, cuando adquirimos un artículo a una multinacional (Nestlé, Coca-Cola, Adidas, Reebok, y podría continuar casi hasta el infinito) nuestro dinero acaba en unos dividendos que se reparten multimillonarios inversores que, por lo general, se esconden tras firmas de inversión, y cuyo principal fin es repartirse los beneficios. La mayoría ni sienten la firma, y muchos de ellos ni siquiera saben qué fabrican, solamente les interesan los cheques que llegan a su nombre.

Las sucias técnicas para aumentar beneficios de los grandes centros comerciales


Hace unos días conversaba con una persona que se dedica a la restauración y me contaba cómo había dejado de acudir de compras para sus proyectos a Ikea. Según él, además de que en calidad y precio no difería de una tienda de los chinos (no hay nada nuevo bajo el sol, y si ponen los productos baratos por algo es), me contó que ya le había ocurrido varias veces el acudir a Ikea, ver un producto de oferta y aprovechar para comprarlo, y luego al pagar en caja y mirar el recibo darse cuenta de que de oferta nada, había pagado el artículo sin descuento. Me contó que también conocía a más personas que les había ocurrido algo parecido, y que parecía no ser el suyo un caso aislado.

Le dije que en efecto, que esa era una técnica por desgracia cada vez más habitual en centros comerciales y grandes almacenes. De hecho a mí mismo ya me ocurrió varias veces en El Corte Inglés.