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Todos a los que nos gusta dibujar al carboncillo o realizar bocetos a lápiz, nos encontramos con un problema obvio y común: su temporalidad. Este tipo de dibujos, si no se les somete a algún sistema para hacerlos menos perecederos, acaban más tarde o más temprano convirtiéndose en un irreconocible borrón (según el carboncillo), o se va difuminando hasta desaparecer (según el lápiz).
Así que, para muchos artistas y aficionados al dibujo, suele ser una genial alternativa el grabado a tinta. Lo mismo ocurre para el dibujo técnico, por supuesto.
Hay muchas soluciones de tinta en el mercado, también de delineadores, algunos a color, otros con diferente grosor, otros donde defienden su enorme policromía... Sin embargo la mayoría encontramos en el dibujo a mano alzada y a escala de grises una de las grandes inspiraciones, es como regresar al principio de nuestra formación, buscando las formas y las sombras sin preocuparnos por nada más. Esto no quiere decir que sea más sencillo, por supuesto, sino simplemente diferente.