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¿Cómo eran las agendas en los años noventa?


Aprovechando que he tenido la oportunidad, y dado que recientemente he tratado el tema de lo completas que eran las agendas de antes, con ocasión de las reviews que he hecho sobre algunas agendas y dietarios de este año, vamos a hacer un apasionante viaje al pasado y, como si acabasen de salir de la editorial, vamos a analizar algunos modelos de agendas de los años noventa.

En algunos de esos modelos han caído sobre ellos más de veinte años, puede que muchos de nuestros pendrives y tarjetas de memoria no puedan decir lo mismo. Por cuestiones de privacidad, en algunas agendas he ocultado información escrita, pero en lo demás la agenda aparece tal y como está ahora, o sea, con muchos años a sus espaldas. Sé que os resultará sumamente interesante esta curiosa comparativa entre las agendas del pasado, cuando ese mercado vivía los últimos coletazos de un tiempo que no se volvería ya a repetir.

Básculas comerciales Roch


De pequeño siempre me parecía un momento especial, cuando acompañaba a mi madre a comprar a alguna de las tiendas del pueblo, el que acontecía al llegar la hora de pesar la mercancía (frutas, productos de charcutería, pescadería...) por la báscula. Me quedaba observando aquel "extraño artilugio" que era la báscula, y sería ese aparato el juez imparcial que diría el precio a pagar dependiendo del peso. Como si fuera el fallo de un magistrado, se producía un breve silencio mientras el tendero colocaba la mercancía en la báscula para pesarla. Y yo veía con expectación a la aguja moverse durante un breve espacio de tiempo, y casi como había surgido, el encantamiento se iba y el silencio se rompía al grito del vendedor (o vendedora): "¡trescientos cincuenta gramos!", o: "¡seiscientos gramos!".

Cómo había conseguido descifrar en tan corto tiempo el movimiento rápido y felino de la enorme aguja marcadora era para mí aún todo un misterio.

Calculadoras mecánicas: las injustamente grandes olvidadas de la historia


Una de las cosas que me llama mucho la atención desde hace bastante tiempo es la ignorancia genérica que existe sobre las calculadoras mecánicas. Para una inmensa mayoría de gente son instrumentos básicos, sencillos, casi de juguete que no pasan de ser una regleta en donde movemos números y se muestra "la magia" del resultado. Pero la verdad es que van mucho más allá.

Con la llegada de las computadoras, y más aún de la microinformática, este tipo de máquinas mecánicas cayeron en el más absoluto ostracismo, sólo recordadas por coleccionistas y curiosos. Ni tan siquiera los amantes de los objetos vintage las suelen recordar. Una lástima y una gran injusticia para estos instrumentos tan necesarios en su tiempo, sin los cuales muchas tareas (desde diseño, arquitectura, ingeniería o deportes, además del comercio) hubieran sido mucho más problemáticas para los trabajadores o especialistas que tuvieran que llevarlas a cabo.

Diferencias entre los Zippo actuales y los 1937 Vintage Series


En Zippo sí que saben hacer bien las cosas (tenemos un artículo preparado sobre ellos, por cierto, intentaré que pueda publicarse a no mucho tardar), y es que, veamos un poco las cosas en perspectiva: ¿os imagináis que Casio reeditara sus DW-5000 y los siguiera vendiendo al mismo precio -y no en ediciones especiales de cientos de euros- frente al resto de la gama? Sería sorprendente, ¿verdad? Pues en Zippo sí lo hacen, y sus "vintage series" continúan vendiéndose junto con los actuales. Actualmente estas series son muy apreciadas, y en países como Japón se venden como rosquillas (y en algunos sitios hasta los sortean porque son muy apreciados como regalo).

Las Vintage Series tienen sutiles diferencias con los actuales: esquinas redondeadas, diferente disposición del texto -grabado, no serigrafiado, como en todo buen Zippo- en el fondo, y un aspecto mucho más imponente en general.

El reloj como servicio público


Hace algunos siglos, cuando el reloj era un bien enormemente preciado y eran contadas las personas que podían disponer de uno, en las torres de las iglesias y en las fachadas de los más importantes edificios administrativos un gran reloj solía informar a toda la población acerca de la hora del día que era. Las plazas centrales en los pueblos estaban formadas casi siempre por dos elementos que no podían faltar: la iglesia, y el reloj. Cuando los habitantes se encontraban lejos del pueblo, realizando muchas veces labores del campo, los repiques desde la torre del campanario les iban informando sobre el paso del día y el transcurrir de las horas. Los festivos y domingos eran identificados fácilmente por el redoble de campanas, así como las fiestas, o los funerales.

Hasta no hace mucho los mercados los presidía un reloj, así como las lonjas y muchas fábricas en centros de trabajo. Todo se hacía bajo la sombra del reloj y era él quien se convertía en testigo de pactos y cierres de acuerdos y negocios.