Mostrando entradas con la etiqueta diario. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta diario. Mostrar todas las entradas

Frente a lo premium, elige lo prime


Estamos inmersos en dos corrientes de moda bien diferenciadas: la de los objetos y servicios "low cost", y la de los objetos y servicios "premium". Frente a ellas dos debemos buscar y elegir una alternativa que realmente sea el objeto el que esté al servicio de las personas, y no éstas trabajando a destajo para el consumismo (low cost) ni viéndose hipotecadas de por vida por el lujo (premium).

Es decir, no elijas lo más barato o endeble (low cost), ni te decidas por el acabado elitista (premium), sino por la fiabilidad y durabilidad (prime).

El reloj como servicio público


Hace algunos siglos, cuando el reloj era un bien enormemente preciado y eran contadas las personas que podían disponer de uno, en las torres de las iglesias y en las fachadas de los más importantes edificios administrativos un gran reloj solía informar a toda la población acerca de la hora del día que era. Las plazas centrales en los pueblos estaban formadas casi siempre por dos elementos que no podían faltar: la iglesia, y el reloj. Cuando los habitantes se encontraban lejos del pueblo, realizando muchas veces labores del campo, los repiques desde la torre del campanario les iban informando sobre el paso del día y el transcurrir de las horas. Los festivos y domingos eran identificados fácilmente por el redoble de campanas, así como las fiestas, o los funerales.

Hasta no hace mucho los mercados los presidía un reloj, así como las lonjas y muchas fábricas en centros de trabajo. Todo se hacía bajo la sombra del reloj y era él quien se convertía en testigo de pactos y cierres de acuerdos y negocios.

Los tres mosqueteros (y un cuarto en discordia)


Lleva tiempo rondándome por la cabeza el deseo de escribir este post. En él quiero hablar de personas cuya filosofía acerca de objetos, máquinas, mecanismos de uso cotidiano y útiles me ha influenciado en mayor o menor medida y, de manera inevitable, me he sentido muy identificado con ella.

Las tres son personas a las que he conocido virtualmente, pero eso no le quita valor al hecho en sí, más bien todo lo contrario por la dificultad que encontramos muchos de nosotros a la hora de valorar a una persona a la que no conoces.

Vivir en un vagón de mercancías


Uno de mis sueños -irrealizable, ya lo sé- sería poder vivir en un vagón de tren, tener allí un camastro, un escritorio, una lámpara, una silla y poco más. Y una bici en un rincón, claro. Poder ir de estación en estación, ver el trasiego de las gentes, sus idas y venidas, y los distintos paisajes, túneles, apeaderos y vías entre el incesante traqueteo del tren.

En cierta manera me parece bastante romántica la forma que tenían de viajar algunos de los más pobres en el Lejano Oeste, saltando sobre los trenes con locomotoras a vapor en movimiento y tumbándose entre el heno de uno de los vagones de mercancías. Por supuesto estamos hablando de hace mucho tiempo, mejor no intentar hacer eso hoy porque te puedes complicar la vida de mala manera.