Si algo había penado en nuestra época escolar, más que ahora los teléfonos móviles, eran los bolígrafos con tinta roja. Aquellos que usaran uno eran perseguidos cual musulmanes a un infiel, y ese "privilegio" de usar bolígrafos rojos solo estaba reservado a los profesores, que usaban de él en ocasiones muy, muy específicas: para ponernos las notas sobre los exámenes, o tachar de forma desproporcionada y visible nuestros errores en las preguntas de exámenes y controles.
Ni se permitía -ni se permite- firmar en rojo, aunque ahora esa prohibición está cayendo en desuso debido a la cada vez mayor utilización de terminales con pantallas táctiles, en los cuales -claro- no se necesita bolígrafo alguno para firmar. Escribir en rojo era, por lo tanto, algo verdaderamente problemático. Se decía que en parte era debido a que, cuando uno firmaba en rojo, si se realizaba una fotocopia la firma no aparecía legible. Más bien, "desaparecía" por arte de magia. Una medida también valiosa para los profesores, que impedían que sus notas y/o firmas fueran duplicadas con ese sencillo procedimiento. Pero, ¿qué hay de cierto en eso? ¿Es real, o es una leyenda urbana?