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Diccionarios antiguos y "diccionarios modernos"



Ayer tarde pasé por la librería para adquirir un pequeño diccionario, manejable, que me resultara útil cuando estoy escribiendo y necesito consultar algo muy concreto (nombres de huesos, de países, etc.). El caso es que los Iter Sopena que todos teníamos de niños (o que muchos recordaréis), tenían dibujos y láminas con profusión, que aparte del diccionario en sí te permitían conocer otros elementos (cómo se llamaban las partes del motor de un coche, las banderas de los países...). Tuve durante mucho tiempo uno de ellos pequeño, que te venía forrado, y con un bonito formato de bolsillo, y era el que utilizaba mientras escribía. Por supuesto, aquel diccionario quedó anticuado y hace mucho que se fue de mi lado, así que buscaba uno que fuera más actual. Pero cuando he visto la oferta de diccionarios de bolsillo actuales me he llevado una gran decepción: ninguno tiene gráficos ni fotografías, no pidas ya siquiera láminas a color. Supongo que hoy están de capa caída frente a los buscadores de internet, y que las editoriales tratan de publicar lo mínimo posible, aunque no fuesen, ni mucho menos, baratos.

Tras la decepción del diccionario de la lengua, decidí buscar alguno de sinónimos. El que tengo es un enorme volumen de Corripio que ya lleva conmigo muchísimos años (su primera edición data de los años 90). Por aquel entonces era uno de los más completos del momento, así que pensé, en mi inocencia, que ahora habría algo mejor. Me costó 1900 pts (unos 11 euros), y por ese precio lo que he visto da auténtica vergüenza ajena: diccionarios más pequeños, menos voluminosos, con menos hojas y con menos entradas (el de Corripio incluía, además, vulgarismos).

La curiosa historia que se esconde detrás del nombre de Rolex


Rolex fue fundada por el alemán Hans Wildorf. No es una marca alemana, sino inglesa, puesto que él y su cuñado (Alfred Davis) empezaron con una empresa de distribución de piezas de relojería en Inglaterra. La marca se denominó inicialmente "Wildorf & Davis", pero montar eso en la esfera del fondo de un reloj no quedaba nada bien. Wildorf buscaba una marca que fuese fácil de pronunciar, de recordar, y que fuese corta, para que pudiera verse bien en el fondo del reloj y quedar centrada, no con espacios en blanco como las combinaciones de varias palabras.

Se dice que Hans Wildorf estuvo probando y probando las letras del alfabeto, mezclándolas entre sí, hasta que se quedó con unos cien nombres, pero ninguno de esos cien nombres le convenció.