Visionando algunos vídeos de estaciones antiguas españolas, de alrededor de la década de los setenta, me ha llamado la atención un hecho muy curioso que se me había prácticamente olvidado: los horarios. En aquellos tiempos los horarios de los trenes no eran como ahora, en los cuales en cada estación y apeadero te informan de una hora aproximada de llegada (luego extrañamente se cumplan, o sean erróneos -como aquí ocurre-, pero ese es otro cantar fruto del abandono y de la dejadez de ADIF), sino que solamente te informaban de la hora de salida, y llegada, del principio y final de la estación. Si acaso, de las estaciones más importantes, pero no siempre.
Es decir, uno podía ir de León (pongamos por caso) a Villamoros de Mansilla, pasando por Arcahueja y Villacete. Pues el horario te informaba de la salida en León, y la llegada -prevista- a Villamoros, dando por hecho -como así ocurría- que en las estaciones -o apeaderos- de Arcahueja y Villacete se paraba, pero a una hora "indeterminada". Trenes directos puede que hubiera (la verdad, yo no recuerdo ninguno), pero no era como ahora que supone un servicio habitual, sino que en aquellos años que un tren fuera directo de un sitio a otro sin hacer paradas intermedias era lo inusual.
Os preguntaréis cómo se enteraba la gente de los apeaderos de cuándo pasaba el tren. Pues preguntando a los viajeros que esperaban -que siempre solía haber gente en las estaciones-, a la hora de sacar el billete, o por costumbre, si hacían ese trayecto habitualmente.
Así las cosas, como veis, el estar al tanto de un reloj ajustado al segundo, como ahora algunos están tan obsesionados, no era tan importante. Ciertamente el tren podría pasar a las diez y media, pero no era raro si pasaba a y veinticinco, o a menos veinte (normalmente solían retrasarse). Los retrasos se iban acumulando estación tras estación por múltiples razones, entre ellas las condiciones climáticas o el estado de las vías, y como en cada estación su jefe hacía esperar los convoyes para la próxima confluencia, no había peligro -fuera del error humano, obviamente- de que dos trenes se encontrasen, pero esto hacía que los horarios entre medias fueran enormemente inexactos.
Tengo muchos recuerdos de esperar pacientemente en las estaciones leyendo cómics (o, como se llamaban entonces, tebeos), y en este contexto que tu reloj se adelantase o atrasase dos o tres minutos -mejor tenerlo adelantado, obviamente- no era tan importante como hoy, porque el horario de tu estación variaba.
Por supuesto, los relojes en los trenes eran muy importantes (ahí están esos históricos relojes de ferroviario), porque permitían coordinar los horarios y hacerlos lo más efectivos posibles, aunque dependieran de mecanismos mecánicos, como era el caso. Otro cantar era desde el punto de vista del cliente, un viajero en cuyo apeadero podía esperar más o menos tiempo, y la precisión no era tan importante.
Aún así, las veces que sigo cogiendo el tren -lo prefiero con mucho al autobús, aunque por desgracia el trayecto en tren en nuestro país está totalmente abandonado- contemplo con cierta pesadumbre cómo, a pesar de los adelantos actuales en donde todas las estaciones están tan automatizadas, y tenemos la capacidad de poder llevar una hora exacta en nuestro relojes (y también en los relojes de las estaciones), los trenes siguen siendo enormemente inexactos. Es muy raro que el tren pase a su hora, y lo habitual en mi región es que lleve cuatro, seis o incluso diez minutos de retraso. Ya veis, de cara al usuario no ha avanzado casi nada en ese aspecto, a pesar de ser el billete muchísimo más caro, y de en teoría estar más modernizadas las estaciones (solo para eliminar personal, claro, pero muy lejos de mejorar el servicio).
Como curiosidad, me ha llamado la atención también que las antiguas máquinas de tren no alcanzasen velocidades de más de 80 km/h (de hecho esa era la velocidad máxima de los modelos alemanes de MAN, pero obviamente era muy poco probable que se llegase a alcanzar, y lo habitual era viajar a velocidades en torno a los 50-60 km/h). Ahora eso sí ha mejorado, los trenes actuales alcanzan sin problemas los 120 km/h y si viajas al lado de la carretera, en muchas ocasiones observarás cómo vas más rápido que los automóviles, algo que antes no ocurría y aquellos viejos y añorados trenes, cuando desde sus ventanillas observaba el tráfico rodado, lo más normal era que los autos nos adelantaran. No importaba, disfrutabas igualmente del trayecto, cómodamente sentado en aquellos asientos acolchados que tan placentero te hacían el viaje, y no esos asientos de planchas de plástico tan incómodos de hoy.
| Redacción: esRevistas.com