Muy atrás quedó, por fortuna, aquellos tiempos en los cuales adquirir un móvil o un smartphone suponía anclarte a un operador. Fuera éste de prepago o contrato (pospago), el móvil no podía liberarse (supuestamente) y tenías que aguantar a ese operador hasta que, por lo menos, lo amortizaras. O hasta que te permitiese el operador "escaparte".
También quedó atrás el tiempo en que dos compañías (Movistar y Airtel) o tres (al poco se les unió Amena) "manejaban todo el cotarro" y hacían y deshacían a su antojo con prácticas tan abusivas que, durante años, las quejas de los clientes respecto a las operadoras de telefonía móvil era la denuncia más repetida en las oficinas de atención al consumidor. A tal extremo llegaron algunas de esas compañías que llegaron a querellarse contra algún que otro usuario enrabietado por llamarles "vomistar".