Por desgracia los españoles tenemos un muy ingrato recuerdo con los aceites de uso alimenticio, debido a la desagradable experiencia de los afectados por el aceite de colza (algunos con secuelas para toda la vida, por cierto). Obviamente no es el mismo caso, pero detrás se esconden las mismas causas: el interés de empresas sin escrúpulos que persiguen los mayores beneficios sin tener en cuenta quiénes les dan esos beneficios, o sea, sus consumidores, sus clientes.
Hasta ahora las compañías (como las operadoras de telefonía y fabricantes, con las radiaciones móviles, o incluso en su día las tabacaleras, llegando a pagar estudios "científicos" para que concluyeran incluso que el tabaco era casi algo "saludable") se escudaban diciendo que los estudios y ensayos clínicos respecto al aceite de palma "no eran concluyentes". Eso a pesar de que, desde hace tiempo se sospechaba de que su uso, cada vez más generalizado, podía llevar a consecuencias desastrosas, como así ha sido.