Un alto porcentaje de las quejas de los clientes respecto al transporte se refieren a los trenes y, entre ellos, especialmente a RENFE. Por desgracia, la despreocupación de la compañía ferroviaria, antiguamente modelo ejemplar de tráfico por ferrocarril en Europa, es tal, que a muchos de sus viajeros ya solo les queda la resignación. Entre esas quejas se incluye un penoso servicio de atención en las estaciones (por no decir inexistente en muchas de ellas), una penosa y desastrosa página web, y un penoso trato de sus productos.
Entre esos productos se encuentran sus tarjetas, entre las que se incluyen las de fidelidad.