Lo que más temía el Gobierno que sucediese, ha ocurrido. El diseño de la llamada "desescalada" ha terminado por enfrentar a las autonomías, distinguiéndolas entre "aprobados" y "suspensos", entre "privilegiados" y "castigados". A fin de cuentas, el diseño se basaba en eso: en otorgar privilegios, y las comunidades autónomas que no han podido acceder a ellos se han sentido, en cierta manera, desprestigiadas o desilusionadas. Solo Cataluña (que ya admitió con notable sinceridad que no podría salir de su actual Fase 0) y en cierta medida Castilla-La Mancha (muy castigada por la pandemia) han asumido con cierta resignación su situación.
Sin embargo, Andalucía, y también la Comunidad Valenciana, han amenazado con guerra, enfrentándose al ejecutivo central y reclamando un revisión de urgencia de la documentación que han enviado. No quieren ni esperar a la próxima semana, quieren pasar a Fase 1 ya. Madrid ya envió documentación "deprisa y corriendo" y, como el Ejecutivo no la deja pasar a la Fase 1, ellos han organizado su propio "desfase" encubierto: abrirán parques, regalarán mascarillas para que la gente las use cuando salga, y peatonalizarán calles. Resulta curioso que lo hagan, cuando en teoría sus ciudadanos apenas pueden salir de casa, pero es evidente que tratan de, solapadamente, inculcar su propia visión y su propio ritmo de desescalada, a espaldas del Gobierno central.