Mi primera calculadora


Eran los años ochenta y mi hermana trabajaba para unos señores que tenían una tienda de electrónica. Era un comercio muy popular en la ciudad, de esos que durante los setenta, y sobre todo los ochenta, experimentaron un gran augue hasta que la llegada de los chinos inundando el mercado con sus productos de usar y tirar, y las continuas quejas por los productos de mala calidad de ese país asiático, acabaron con todo este tipo de negocios.

A veces solían darle algún que otro producto de marketing, y un día llegó a casa con esta pequeña calculadora a pilas. Me la dió, sabiendo mi afición por estas cosas, y lo mucho que había deseado tener por fin una calculadora. He de decir que la calculadora me sirvió de gran utilidad, de hecho llegué a estudiar con ella -en mi casa ni soñar con tener una calculadora científica-, y recuerdo que su pequeña pila (una "G10", V10GA o LR54) le duró muchísimos años. Hace bastante tiempo le retiré la pila y guardé la calculadora.




Para retirarle la pila, al contrario que otros modelos de calculadora que hay que desarmarlas por completo, en esta solo debes desatornillar una pequeña chapita. Llama la atención lo bien construida que está, el frontal es de metal (y espejado), y la parte trasera de plástico. Inicialmente llevaba un recubrimiento plástico protector -de estos que venden con muchos productos-, y con el cual la usé durante mucho tiempo. Además, el compartimento de la pila es también metálico. A pesar de su tamaño es bastante completa, incluyendo raíces cuadradas y, lo cual no es tan habitual, cambio de signo. Asimismo, y al contrario que las calculadoras de hoy que están fabricadas en su mayor parte en China, este modelo fue fabricado en Taiwan.

Por desgracia no he podido averiguar la marca, en el frontal solo aparece una anónima descripción de "Artist Calculator" (que me viene al pelo, por cierto) sin más. Supongo que era uno de esos productos de merchandising que alguna firma de electrónica regalaba al distribuidor, y tal vez para averiguarlo habría que desarmarla cosa que, por supuesto - y de momento - no pienso hacer.

En una época en la que estaba lejos de mí cualquier posibilidad de un ordenador (no mencionemos teléfonos móviles, que ni existían), era lo más cercano al mundo de la informática que tenía en mis manos. Aún hoy me acerco a ella y siento esa sensación de quien vuelve a desempolvar su viejo Amstrad o Spectrum. Con la ventaja de que ésta cabe en la palma de la mano.






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