Cuando uno se pone a buscar una estufa, en el mercado encuentra multitud de soluciones, variantes y marcas que puede converir esa búsqueda en una tarea ardua y complicada. Sin embargo, en su esencia y a la hora de la verdad, todas ellas se podrían dividir en dos grandes grupos: por el tipo de combustible o energía utilizada, y por el tipo de calor o forma de generar éste.
En lo que a combustible respecta, tenemos las estufas que usan gas (que pueden ser a su vez radiantes, de llama azul o catalíticas), las que usan pellets, y las que usan parafina o queroseno (es lo mismo). Por otro lado, tenemos las estufas u hornillos eléctricos, o los calefactores. Este tipo de elementos calefactores generadores de calor no queman combustible, sino que funcionan mediante una resistencia que se calienta a alta temperatura, y cuya energía la obtiene de la corriente eléctrica. A pesar de que su calor es casi inmediato, limpio y seco, su efíciencia energética es muy escasa (tardan mucho en calentar lugares grandes o ambientes muy fríos) y, además, son muy caras (la factura de electricidad por kilowatio hora no compensa). Solo son aptas y recomendables para calentar algo muy esporádicamente, y por un corto espacio de tiempo, nada más.