Tradicionalmente España fue siempre una gran potencia en materia conservera, con una industria de una alta calidad, muy pujante y variada. La gran extensión de costas y la riqueza marina peninsular tuvo, por supuesto, mucho que ver a la hora de favorecer el desarrollo de ese tipo de industria alimentaria. Principalmente la zona del norte y del levante han mantenido una extensa tradición conservera, que se remonta a siglos atrás.
Por desgracia esto se ha ido perdiendo, no solamente por la reducción y/o contaminación de caladeros, sino por la competencia de marcas foráneas y la cada vez más exigente especialización y necesidad de modernización.