Un mes de confinamiento en la cama


Son varias las personas que conozco que se han pasado estas semanas de confinamiento, prácticamente sin levantarse de sus camas. De las gentes que intentan salir con cualquier excusa, que no soportan estar veinticuatro horas al día encerradas en sus casas, también se puede pasar al otro extremo: las personas que no es que no salgan, sino que se han pasado este confinamiento así, durmiendo.

Puede que para muchos sea algo alarmante y contraproducente, pero si lo miras con perspectiva tal vez no esté tan mal. Quiero decir: se evitan el bombardeo constante de las noticias sobre la COVID-19, los agobios, tensiones y miedos y, simplemente, se lo pasan durmiendo.




Según las estadísticas que maneja el Ministerio de Sanidad, y que hizo públicas hace pocos días, en España hay en torno a un sesenta y largo por ciento de gente que nunca ha salido de su domicilio. Eso es mucha gente, millones de habitantes, de hecho. Personas que, desde que se encerraron en sus casas el día 14 del pasado mes, no han vuelto a abrir la puerta. Una señora confesaba en la televisión que, de hecho, "almacenaba" la basura en su terraza.

Y es que se habla mucho de la gente que sale, que rompe el confinamiento, que intenta esquivar a la policía sacando a su perro cien veces al día o fingiendo que va a comprar... Pero apenas se mencionan a los que, de cumplir estrictamente la necesidad de quedarse entre sus cuatro paredes han pasado a hacerlo a rajatabla, no levantándose ni de la cama.


¿Qué impulsa a la gente a hacerlo? Pues pueden ser varias las razones. Una señora a la que en un par de ocasiones le llevé su comida, me decía que llevaba años sin disfrutar de vacaciones, que se levantaba cada madrugada y hasta el anochecer no regresaba a casa. Así que para ella ese descanso era el paraíso. No se pasa todo el día en cama, pero casi: se levanta a media tarde, se pone su bata, prepara algo de comida, y vuelta a la cama.

Otro señor contaba que su único entretenimiento era salir a dar paseos, y ante la imposibilidad ahora de hacerlo, no se ve motivado ni para ponerse en pie. "¿Para qué?", decía, "¿para que te pongan una multa? ¿Para que te contagies del virus?". Viviendo en un pequeño piso con vistas a patios de luces, sin darle el sol y sin terraza y ni siquiera balcón, no se siente motivado ni a levantarse. Hace sus comidas "cuando le apetece", en la madrugada a veces, en otras ocasiones mezclando lo que él llama "desayunos-comidas", y vuelta a la cama.

Quizá esta forma de afrontar el confinamiento no sea lo más sano, pero en este mundo de locos y de prohibiciones y normas cambiantes según el día y la hora, qué quieres que te diga, quizá lo mejor sea mandarlo todo al carajo y echarse a dormir. Felices sueños.


| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com

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