En teoría el capitalismo iba a aportarnos enormes beneficios: la extinción de los monopolios, el aumento de competitividad (con lo cual se ofrecerían productos no solo más baratos, sino más variados y de más calidad). Esa era parte de la teoría en el mundo ideal creado en la imaginación de los gestores financieros que en su día a todos nos vendieron. En el mundo real la cosa cambia radicalmente, y aunque en su ideario el capitalismo luche contra los monopolios, la realidad es que los incentiva. En el fondo, a fin de cuentas, el capitalismo no deja de ser un monopolio en sí mismo: el monopolio del dinero. Y aquél que posea más dinero-poder, domina sobre los demás.
Esto, que parece así dicho algo muy abstracto, se puede ver muy patente con un ejemplo.
Como algunos sabréis, soy consumidor habitual de cerillas. Históricamente nunca existieron muchas marcas de cerillas en España, a pesar de haber sido este un país de muchísimos fumadores. Pero al menos la "cerillera oficial", la estatal (en su día, hoy no) Fosforera Española, tenía su contrincante en Fósforos del Pirineo. No era rival la del Pirineo contra la Fosforera, pero ahí estaba y, cuando te apeteciera, podías acudir a sus productos y comprarles a ellos las cerillas para tus usos. Esto era, obviamente, antes de la invasión del capitalismo en España.
Tras complejas y rocambolescas operaciones, en donde marcas cambiaron de manos e incluso de campos de producción (lo explicamos hace algún tiempo aquí), la múltinacional Swedish Match adquirió la marca de cerillas Tres Estrellas adueñándose, con esa operación, de la totalidad del mercado. ¿Recordáis eso que os decía al principio de que el capitalismo evitaba los monopolios? Ya veis que es todo lo contrario, en la práctica.
Esto, lejos de traer productos más baratos y de más calidad, ha sido todo lo contrario. Cuando adquiero una caja de cerillas veo con sorpresa que, a mitad más o menos de la misma, muchas empiezan a fallar: no se encienden, o salta la cabeza, o encienden mal. Al ser fósforos de seguridad (parte del iniciador está en el propio rascador) a veces me he encontrado con prender directamente el rascador, con el riesgo de quemaduras que eso conlleva (bueno, en realidad me quemé una vez al no darme cuenta de que se había prendido, ya que el rascador posee fósforo rojo y puede alcanzar temperaturas de más de mil grados, por lo que en unas cerillas de este tipo no es peligroso solo la cerilla en sí, sino también el rascador). Otras veces te vienen con trozos de madera sueltos, media cerilla o con cerillas mal cortadas.
Como no existe opción ni alternativa en el mercado, quien desee usar cerillas en España tiene que pasar obligatoriamente a usar Tres Estrellas de la multinacional Swedish Match. A veces hecho de menos aquellos fósforos de grandes cabezas que tan bien prendían, o incluso aquellos que no eran de seguridad y podías encender, en caso de urgencia, con otras cosas (por ejemplo, con la lima de una navaja). No hay nada ya de todo eso. Swedish Match te obliga a adquirir un tipo de producto, defectuoso a sabiendas, y como monopolio que es no tienes otra opción: malas cerillas, muchas de ellas no encienden o se desprenden fácilmente, y con poca calidad de llama.
Puestos a buscar alternativas llegué a pensar en pedir una marca diferente (como hice con las bombillas) a la cuna del capitalismo: China, combatiendo así al capitalismo y a las multinacionales que se enriquecen en el mismo, con sus mismas armas. Tal opción no es viable porque, al ser las cerillas productos incendiarios, no se permite su transporte en aviones. Me habría gustado probar cerillas chinas para ver y comprobar cómo serían unos fósforos diferentes a los que estoy harto de usar, habida cuenta de que hoy en día no existe en España otra alternativa. De existir fosforeras más humildes, e incluso nacionales (aunque antes Tres Estrellas tenía factoría en España, ya hace años que no fabrican aquí) como la de Fósforos del Pirineo, Swedish Match se habría visto obligada a prestarle más atención y a ponerle más calidad a su producto.
Es cierto, no obstante, que el mercado de las cerillas es un mercado marginal y en clara recesión desde la lucha contra el vicio de fumar y, también, desde la popularización de los encendedores o mecheros, pero es un buen ejemplo de lo que os decía al principio en donde, con estrategia, dinero y poder, uno puede dominar todo un mercado y convertirse en monopolio de ese producto, a pesar de lo que nos enseñaban que con el capitalismo eso no era posible. No solo lo es, sino que se presta a ello.
Alguien podría argumentar: ¿y qué otra alternativa hay? ¿Eran mejores las cerillas rusas, cuando el gobierno estaba tras sus fábricas, o las cerillas alemanas bajo el fascismo? La verdad es que es difícil comparar, porque no son muy extrapolables por múltiples motivos, pero en Rusia existían varias marcas de cerillas, de relojes, e incluso de coches, y las fabricaban varias compañías. De hecho llegaron a existir hace dos siglos en Rusia hasta 30 fábricas de fósforos, lo que nos da una idea de la cantidad de elección que el ruso medio podía disfrutar, mucho superior en variedad a la de otros países teóricamente más "abiertos" en su mercado. No obstante en 1848 las autoridades rusas promulgaron una ley en donde solamente se podían producir cerillas en Moscú y San Petersburgo, lo que llevó a una reducción drástica de la producción -antes los fósforos era un artículo muy apreciado-. Tuvieron que transcurrir 20 años para que el gobierno de la URSS autorizara de nuevo la producción "libre" de cerillas en todo el país (incluso en Polonia), y eso llevó a que de nuevo la producción experimentara un aumento considerable, llegando a tener en todo el país 251 fábricas dedicadas a fósforos de seguridad.
Es cierto que bajo la supervisión o, si se quiere ver así, el paraguas del gobierno, pero bajo unos determinados objetivos y premisas de calidad y producción, y no bajo solo una premisa como en la sociedad capitalista: la de generar beneficios. Y ese es el problema principal: que todo gira en torno al dinero y, cuando dominas el mercado, intentas "colarle" a la gente el peor producto posible que seas capaz de fabricar, de la calidad más baja, al precio más alto que al que se lo puedas vender. Y eso es muy lamentable.
| Redacción: Duraderos.blogspot.com
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