Suelo llevar siempre conmigo una pequeña navaja, que siempre me suele sacar de más de un apuro y sirve para multitud de utilidades. Esta era hasta hace poco una Victorinox, la cual me dio un más que estupendo servicio. Hablo en pasado porque hace poco se la presté a un amigo y la extravió, de manera que no me quedó más alternativa que hacerme con otra.
No quería otra Victorinox por dos razones: porque son más caras, y porque no quería correr el riesgo de perderla y gastar el dinero inútilmente. Quería una asequible, de calidad pero sin llegar a ser necesaria la exclusividad de Victorinox.