Llamada a filas



Los más jóvenes puede que no entiendan muy bien toda aquella problemática pero los que ya tengan una edad recordarán con bastante nostalgia (y probablemente mucho temor) una de las etapas más inquietantes y repelentes por las que tenía que pasar todo varón español en edad de merecer: la llamada a filas. Es decir, su incorporación a "la mili". Servir a la patria (bonita palabra para abusar de ti cuanto quieran, por cierto).

No me voy a meter en camisas de once varas con este tema, solo diré que hasta que en los noventa no llegó el PP para liberarnos de aquella gilipollez, cada año miles y miles de reclutas veían sus nombres, apellidos y DNI (sí, lo de la privacidad se lo pasaban por el forro en aquellos tiempos) publicados en todos los panfletos y periódicos para acudir a su centro de reclutamiento. En mi caso, recuerdo muy bien cuando llegué una mañana a casa desde el trabajo, y me encontré a mi padre con el periódico sobre la mesa, consultando con inusitado interés el listado para ver si aparecía mi nombre.




Luego, vendría un auténtico despropósito de viajes pagados por el Estado en trenes de mala muerte y a horas inhóspitas de la noche (para ahorrarse los viajes diurnos, que eran más caros..., los militares son así de carroñeros), interminables visitas a revisiones, mi paso por el hospital militar (lo único bueno de allí eran las doctoras que había con su trajecito color OD con minifalda, para disfrute de la vista de los oficiales más salidos), y cuidado, porque si alzabas la voz o protestabas, no les temblaba el pulso para llevarte a juicio y meterte en la cárcel. Para eso sí tenían dinero de sobra, los muy babosos. Muchos adolescentes acabaron así, a los cuales les pusieron hasta un apodo: los objetores de conciencia.

Total, ¿todos esos desvelos para qué? Si fuera al menos para servir a tus conciudadanos... Pero ni mucho menos. Para pasarte horas a la intemperie sin más que hacer que rascarte las bolas, o para limpiar coches a generales, tenientes, y demás filibusteros chupones del erario público mientras les lamías el culo y les hacías la pelota. Ignoro si ha cambiado mucho la cosa, es bien cierto, pero al menos ahora a la mili va "quien quiera" y el ejército es "profesional" (o eso dicen algunos...). Y admiten mujeres, que imagino que eso hará las delicias de más de uno por allá, y las prefieren -no se lo discuto, yo también- a mocosos llenos de acné a los cuales les han pisoteado sus estudios y les han fastidiado la existencia y el proyecto de vida que pensaban seguir.



No digo que todo estuviera mal, claro, había cosas buenas. A algunos los sacaban de su mala vida, aunque a la mayoría lo hacían para ponérselo peor, y he sufrido en personas muy cercanas cómo regresaban de allí adictos a la droga perdidos, o hartos de visitar prostíbulos por toda España. Porque, no nos engañemos, muchos iban a la mili a "estrenarse", y del cuartel escapaban en sus permisos en tropel a la primera casa de citas que se topasen porque, de lo contrario, no eras un "hombre", había que dejar el pabellón "español" muy alto, para que no se rieran de ti en toda la Compañía. Claro que decidme vosotros de qué servía eso o qué gracia tenía, cuando lo que hacías era pagar por ese tipo de "servicios" solo habiendo por medio una sucia y rastrera satisfacción carnal.

De manera que acabé con un asco a lo militar y a todo lo que represente esa infamia hasta los tuétanos, y mi mejor recuerdo de todo aquello era el de la doctora en uniforme de minifalda del hospital militar en Valladolid, por la que sí habría merecido la pena combatir a los moros (te decían por entonces, hoy mira tú, los moros son nuestros íntimos amigos), si yo no hubiera sido un chavalete de apenas veinte años que no daba pie con bola, y ella... Bueno, como con diez años más. Como para mirar para un mocoso.

Pero eso no quiere decir que el "verde militar" no se pueda usar, no voy a permitir que unos panzudos militares se adueñen de un color. Para mí, en todo caso, el "verde oliva" (OD en inglés, al que hace alusión) pertenece también a la Guardia Civil, a los cuerpos tácticos (profesionales, estos sí, de verdad), y, en última instancia, a todos los aficionados a la supervivencia, porque es un color muy valioso en esos entornos (y si me apuráis, hasta a las guerrillas y resistencias de todo el mundo). Dicho de otra forma, no es un color patrio de los militares, sólo lo usan por conveniencia (por lo mismo que usan otras cosas cuando les conviene también, como los drones).



No puedo meter en el saco, claro está, a todos esos militares que realizan una labor enconmiable (baste recordar por ejemplo, sus esfuerzos por traer material médico desde el otro lado del globo en plena pandemia COVID), estoy seguro -eso quiero pensar- que ahora todo aquello ha cambiado mucho y los cuarteles y centros de reclutamiento son muy diferentes de los burdeles que eran entonces, aunque sigue habiendo lo suyo (aún recuerdo el alto mando de la benemérita reconociendo en plena pandemia que estaban vigilando las redes sociales por si había "desafección con el gobierno"). Al fin y al cabo hablo de hace muchísimos años atrás, cuando ni siquiera disponían de ordenadores para gestionar las riadas de "criajos" que les llegaban desde los cuatro puntos cardinales de la vieja España, llenos de dudas, con las hormonas a tope, y muchos de ellos siendo la primera vez que salían por largos periodos de sus casas. Claro que te decían la excusa que ibas a aprender mucho, que ibas allí a "hacerte un hombre", y lo único que aprendías era a... ##¡¡!@###.

Imagino que estos bonitos acabados que Casio suele incorporar a muchos de sus modelos (los nipones tienen una fijación -y diría trauma y obsesión- por lo militar desde su deshonrosa derrota en la II Guerra Mundial verdaderamente preocupante) traerá esos recuerdos para muchos, aunque prefiero pensar que son simplemente modelos más tácticos, y que Casio los comercializa con esa intención. Así y todo, en aquellos años de los que hablo seguramente que harían las delicias de aquellos militares hartos de vino y panzudos que te daban la instrucción o te hacían formar fila, y que como sus banderitas, lucirían en sus muñecas con orgullo. Aunque, sinceramente, creo que no sería así. Estos Casio de unos pocos euros no creo que fueran rivales para sus Omega y sus Rolex, habida sus abultadas nóminas, y más bien serían, eso sí, los relojes de los peones de las tropas regulares, de los que no teníamos nada y nos metían en una putrefacta nave castrense a la ventura (que no a la aventura), durmiendo amontonados entre cientos de literas mientras se hacían chistes de maricones, de fulanas, de gitanos, y de moros a los que había que darles bien por un lado, y a sus harenes de mujeres por el otro. Qué asco daba todo aquello, la verdad. Chavales de hoy, de la que os habéis librado.



| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com




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2 comentarios :

  1. Qué rápido se olvida lo malo. Madre mía el drama. Menuda forma de perder el tiempo con el SM.

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    1. Sí, y que lo digas, un drama no veas :D

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