Hace poco hablaba con una persona de las que suelo tener un contacto bastante cercano y diario, y le desvelé:
- Yo soy genderfluid.
Tras el primer impacto, y unos segundos para pensárselo, me preguntó incrédula:
- ¿En serio?
- Por supuesto. Yo... Es que he descubierto que en realidad soy eso, genderfluid.
Demostrando que ella también parecía conocerme bastante bien, me replicó:
- Y yo soy robot.
Me quedé a cuadros. En serio. Dije entonces, aceleradamente:
- No, espera... Tú no puedes ser robot.
- Claro que sí - insistió -. Si tú puedes ser genderfluid, ¿por qué no puedo ser yo robot?
Yo ya estaba que me subía por las paredes:
- ¡Oye, oye! - Protesté -. Yo soy robot. Te dejo a ti ser genderfluid.
Por desgracia no coló:
- ¡No, no! Robot ya lo he pillado yo. Ahora no puedes cogerlo tú. Te tienes que conformar con ser genderfluid.
Tengo que reconocer que no me quedó más remedio que agachar la cabeza y reconocer mi derrota. Pero bueno, siempre puedo seguir siendo un simple bot, que tampoco está mal.
Sea como fuera - lo que os acabo de contar es totalmente verídico, por cierto -, a veces me parece increíble cómo han cambiado las cosas. Hace unos años reconocer que eras homosexual era casi la mayor desgracia que le podía caer a una familia, tanto - o más - que tener un hijo con minusvalía psíquica grave. De hecho hasta hace no tanto era incluso un delito castigado en España, y muy castigado (y "los grises", la policía franquista, -nuestra Policía Nacional de hoy- no se andaban con chiquitas, ni mucho menos - ni la Guardia Civil, dicho sea de paso -). Hoy no, es todo lo contrario. Casi está de moda. Que seas skoliosexual, pangénero, andrógino, cismale, FTM, MTF, neither, neutrois..., y una larga lista de orientaciones sexuales, es casi lo normal. Podemos decir que lo anormal es que simplemente si eres un hombre te guste una mujer, y viceversa. Tanto es así que sé de una amiga -veinteañera- que durante su adolescencia ha estado experimentando a salir con hombres y con mujeres, indistintamente, y no porque ella sea "pangénero", ni mucho menos, sino porque así podía descubrir "qué era". ¿En serio? Uno se queda a cuadros. En mis tiempos era innecesario descubrir esas cosas, estaba bastante claro.
Casi siempre al menos.
Cuando yo era niño, en mi pueblo, había un chico, J. F. Este chico era una linda persona, pero enseguida me llamó la atención que había "algo raro" con él, porque todo el mundo le trataba como si fuera "especial". No era anormal, pero le trataban como un deficiente. Y era raro porque no solía estar con los chicos de su edad, no escuchaba aquella horrenda música rockera de los de su generación, ni se escondía tras los arbustos como el resto de chavalillos de su quinta a ver revistas guarras. Ni mucho menos. De hecho tampoco se le veía con chicas. Siempre andaba solo, apartado, a pesar de ser eso, una bellísima persona, muy dulce y gentil. Su "enfermedad" (por aquel entonces era como estar enfermo) era eso, que era gay. Y claro, el ser amanerado, el ser diferente, y el que no vayas por ahí haciendo gamberradas y cerdadas como el resto de chicos, le chocaba a la gente. Mäs aún en aquella época, donde la dictadura y sus leyes discriminaban en gran manera a ese tipo de gente, por lo que lo mejor era mantenerlo lo más oculto posible. Sino podía buscarse un lío él, y buscarle un lío a su familia. Eso a pesar de que todo el mundo sabía - y cantaba a leguas - que era gay. Tanto es así que recuerdo que la gente evitaba nombrarle y, cuando les pedías explicaciones, te decían: "es que es marica". Como quien te dice: "es que es un delincuente", o: "es que es drogadicto".
Mi hermana siempre tuvo una relación especial con él, le trataba con mucho cariño y siempre que se encontraban solía llamarle, "¡J. F.!, ¿que tal?". Hasta tal punto que muchos años después, cuando ya éramos unas personas "hechas y derechas" y nos habíamos ido de allí - y perdido todo contacto -, ella hizo lo indecible por tratar de localizarle.
Con la llegada de la democracia me esperaba que los cambios habrían hecho que las cosas le fueran mejor a J. F., que hubiera podido estudiar una buena carrera, y que hubiese conseguido un buen empleo. Pero todo lo contrario: me sorprendió que siguiera viviendo en el pueblo (ahora con su abuela, creo recordar), y que no hubiera encontrado empleo alguno.
Ciertamente que, en su caso, el arrastrar durante tan larga etapa de su vida esa "deficiencia" - como algunos la llamaban, y la siguen llamando - debió dejarle bastante huella. No diría que le ha creado un trauma, pero sin duda no le habrá sido fácil en aquel pequeño pueblo estudiar, acabar una carrera, y salir adelante. Espero que los genderfluids, gays, o incluso los robots de ahora, lo tengan mucho mejor. De veras lo deseo.
| Redacción: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com
Vivir en una ciudad lo hace todo mucho más fácil. Toda esta suerte de nuevas "orientaciones" tiene que ver con ello. Dudo mucho que en un pueblo pequeño este tipo de nuevas orientaciones se den (o se hubieran dado) tan fácilmente.
ResponderEliminarCierto. Además, si vives en una ciudad siempre era más sencillo encontrar gente afín a ti, pero en un pueblo si te sales de la norma ya te quedas marcado de por vida.
EliminarHay mucha hipocresía. De palabra todos somos generosos, comprensivos, tolerantes, desinteresados... Pero de hechos... Hay amigos, ¡cómo cambia la película!
ResponderEliminarEn este país que tanto hemos sido y somos del refranero (y no digamos en los pueblos) hay uno que por desgracia se sigue cumpliendo en suficientes casos o con ciertos ingredientes: "pueblo pequeño, infierno grande".
ResponderEliminarPorque lo que describes de persecución y agresiones hasta de la policía ya no era tan general y habitual ni en los años '80 siquiera. Al menos, en las ciudades. A principios de los '80 al que le pasara algo así, era más probable porque le echaran el ojo algunos golfos de los de Fuerza Nueva o Cristo Rey. O si tenía la desgracia, alguna pandilla de cuatro gamberros de su barrio o del de al lado. Porque muchos de nosotros (yo incluido) o éramos demasiado pequeños o no llegamos a vivir los años álgidos y de últimos coletazos de esos grupos que esos sí que eran ultras. Que en ciudades se hicieron famosas ciertas calles por las que mejor no pasar. Y eso fue hasta empezados los ochenta y para atrás… me sorprende con la alegría que muchos dicen de oídas cuando ni siquiera han vivido aquellos tiempos. O por lo menos, que hayan escuchado (y querido escuchar) versiones de varias personas, y hasta de diferentes ideologías.
Pero a mí me revienta un poco esa hipocresía y alegría con la que se pinta como que casi hasta hace pocos años (¿5, 10, 20?) esa es la norma o lo generalizado. Y ni muchísimo menos. Yo sí puedo decir que sin embargo hasta mediados de los '90 por lo menos, no se educaba con exceso de tonterías a los chicos y a las chicas respecto a defenderse si veían que tenían que hacerlo. Y también llegué a ver que en un caso que hubo que podía haber pintado a lo que hoy al acoso, al segundo día el abusón cobró por parte de más de media clase defendiendo a la víctima (que era un chaval fantástico), y si no me falla la memoria todavía no llegábamos a las 11-12 años la inmensa mayoría. Y al acosador se le acabó la tontería.
Pero desde hace 20-25 años, apoyados en el extremo del abuso, de la violencia, el maltrato, cosas que se dieron y que hay que evitar (y que tampoco eran lo generalizado, aunque incluso de palabra lo pareciera), parece que ha estado saliendo un resultado de todo menos bonito. Sí, ese resultado se le empezó a ver la patita entrando el siglo en curso, y ya está floreciendo: o se ha hecho a los chavales irritables o sensibles y sin capacidad de acción ninguna, incluso pareciera que hasta acomplejados, o parece que terminan siendo unas bombas de relojería y encima con las leyes que protegen más al que la hace que al que se ve que tiene que defenderse o defender a alguien para evitar algo peor, que poco menos que se creen dioses, y mostrando una violencia o como diría mi abuela y mis padres: "una mala leche inusitada".
Y de eso, no le pueden echar la culpa ni a los curas de los abusos y de la varazo verde o reglazo en la mano extendida, ni a los ultras de tal y cual. Y ni siquiera ni al franquismo, ni al comunismo que lo acompañó en época. Y de eso amigos míos, todavía no veo a nadie como mínimo pidiendo disculpas, y haciendo su mea culpa. Por lo menos no ocultando "yo hace 10, 15, 20 años decía esto, pero por lo que estoy viendo me equivoqué, y tendríamos que haber hecho de otra forma…" Algo. Porque ahora sí, muchos como el que escribe éramos ya no "menores" (que también, por pura edad) pero tampoco niños, éramos adolescentes, niñatitos, y hasta algunos de los más tercos de la clase llegaban a ver por lo que se veía en la LOGSE que reemplazaría nuestro curso y algunas cosas que se veían y oían a algún profesor, ministro, tertuliano (y que iba al alza) no encajaba con la realidad. Incluso alguno de esos decían que los peores íbamos a ser nosotros. Pues sigo dudándolo, y está por verse que así vaya a ser.