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El engaño de los cartuchos de tinta de Prink


A pesar de que prefiero el formato electrónico a veces tengo que imprimir sin remedio, por lo que, como seguramente todos vosotros, tarde o temprano tenemos que enfrentarnos al dilema y terrible desembolso del cambio de tinta. Cada vez que imprimo o reemplazo tinta a mi impresora Epson me entra una terrible angustia, y hecho de menos aquella fiable HP de los noventa, una vieja impresora que imprimía de todo con cualquier tipo de cartucho y que incluso podías "engañarla", de manera que si necesitabas imprimir y no te quedaba tinta de un color, la forzabas a usar otro. Esta Epson ni muchísimo menos, en cuanto nota que un cartucho está bajo de tinta ya no te imprime, sale un mensaje para que llames a su servicio técnico y comprar desde allí más cartuchos. Increíble.

Mi añorada HP fue "jubilada" porque, con la desaparición de los puertos paralelos para impresora, ya no era posible instalarla en un puerto USB (sí, hay cables compatibles que transforman puertos de impresora paralelos en puertos serie USB, pero no os los recomiendo ya que suelen dar muchísimos problemas).

El caso de Zetta y el smartphone extremeño


Hace solo unos días saltaba el escándalo de Zetta, una start-up española que ensamblaba y distribuía (aún los distribuye) smartphones en España. Al igual que otras marcas "españolas" (lo de españolas muy entrecomillado) como BQ, realmente ellos no producían los aparatos, simplemente los adquieren en China y luego los traen y los remarcan (BQ los remarca en origen).

El caso de Zetta es más grave aun, porque ellos compran modelos Xiaomi y en España el único proceso de "ensamblaje"que hacían era cambiarles la etiqueta (u ocultársela con típex) y venderlos como si fueran ensamblados por ellos y a precios mucho más caros.

Yumas Lander: la mala calidad también se paga


Con mucha ilusión había adquirido yo mis zapatillas Yumas de trekking con la intención de que me durasen, al menos, todo el invierno. Ni eso siquiera. Acabamos de empezar precisamente el invierno, y ya están en las últimas. Una de las suelas está perforada y la otra está otro tanto de lo mismo y a punto de quedar también agujereada. Desastrosa la calidad de estas Yumas.

La cosa empezó a ir pronto mal. Tras un par de salidas con las nuevas zapatillas de Yumas, ya pude dar un veredicto sobre ellas. El principal es que, aún siendo casi nuevas (con un par de semanas de uso) sus signos de desgaste empezaron a ser más que evidentes. El más preocupante fue que su suela tenía partes que sin explicación alguna (bueno, la tiene, os lo diré en un momento) fueron desapareciendo, como si fuera una auténtica goma de borrar. Literalmente la zona de los tacos y dibujo en marrón se fue al garete, algo que empezó a quedar pronto patente sobre todo en la parte del talón (donde más presión ejerce el pie ya que es donde primero contacta con el suelo).

¿Ya no se hacen gafas como antes?


Siempre que hablo de gafas graduadas me acuerdo de una anciana que conocí. Esta señora estaba harta de cambiar de gafas, y cada dos por tres estaba en la óptica para que se las repararan, o le volvieran a colocar el cristal de las lentes que se le caía. Y no es que fuera descuidada con ellas, ni mucho menos, todo lo contrario: como la mayoría de personas mayores, era muy cuidadosa con sus gafas, porque precisamente eran caras (y aparte de la graduación, tenía lentes fotocromáticas y bifocales, lo cual encarecía más su precio).

Acabé por colocarle unos tornillos que aseguré con pegamento, con el inconveniente que la señora tenía que guardarlas sin poderle plegar las patillas. Aún así, cada dos por tres volvía a mí para que le apretara unos tornillos que no tenían más apriete posible. Se las remendaba para que le durasen un par de semanas más, que era todo cuanto yo podía hacerle.

¿Era antes más sana la bollería que ahora?


A raíz de un comentario de Guti en un post anterior en donde planteaba la duda de que quizá los dulces de antes (cuando hablo de "antes" me refiero hace veinte, treinta o cuarenta años) no solo ofrecían más cantidad y más atractivos a la hora de comprarlos sino que, además, podrían ser más sanos, me dio por intentar investigar para aclarar de alguna forma si efectivamente era así.

Por desgracia muchos de aquellos productos han desaparecido, por lo que cualquier comparación con los actuales resulta, al menos, arriesgada, así que he decidido reducirla a algunos productos que tienen su símil con bollería o "golosinas" actuales. O dicho de otra forma: que se siguieran fabricando.

"Marcando el tiempo": la difícil profesión de relojero


Ricardo Suárez-. Muy buenas, estamos una edición más en "Marcando el tiempo", vuestro programa dedicado a la relojería, os saluda Ricardo Suárez, y vamos pasar los próximos minutos charlando con nuestro invitado habitual, Mateo Salazar, sobre relojería. Bienvenido.

Mateo Salazar-. Hola, muy buenas Ricardo.

Ricardo Suárez-. Hoy vamos a hablar sobre el oficio de relojero, que es un oficio que podríamos decir que está en peligro de extinción, o casi que ha desaparecido, ¿no?

Mateo Salazar-. Sí, el oficio de relojero era un oficio bastante admirado, no sé si deseado, teniendo en cuenta que era un oficio bastante difícil, además de sufrido, pero sí que despertaba pasión entre muchas personas. Había grandes maestros relojeros en España, y poco a poco eso ha ido desapareciendo. Se mantiene bastante en los países en vías de desarrollo, como otros oficios artesanales, pero también está en vías de extinción.

Son oficios que, con la llegada de la tecnología, se han ido eliminando, o abandonando, y es una lástima pero es así. Se hicieron unos relativos esfuerzos a nivel de formación, incluyendo uno de los sectores de la relojería entre los programas de Formación Profesional, pero a pesar de que se encuentra en el organigrama, y que en teoría se puede estudiar, yo no he visto todavía en ningún sitio, aparte de en academias que puedan ofrecer puntualmente cursillos de este tipo, no he visto ningún sitio, repito, donde lo ofrezcan. Ningún centro de estudios oficiales, me estoy refiriendo.

Prueba y opinión: zapatillas Paredes Ecology


Puedo decir que, de entre todas las zapatillas que he tenido en mi vida, las únicas con las que me he sentido a gusto desde el primer instante de ponérmelas fueron unas Paredes. Yo era un niño, pero recuerdo vívidamente todavía aquella placentera sensación de comodidad, de confortable suavidad, que envolvía mis pies y cada paso que daba era como si caminara entre nubes.

Por aquellos años, finales de los setenta, Paredes era "lo más", y llevar su marca era jugar en una liga aparte. La lucíamos con orgullo y agrado. Imaginaros que me causaron tan buena impresión que aún recuerdo su color, azul oscuro con detalles blancos.

Los coches de hoy alimentarán los talleres del mañana


Hace algunos años Audatex, compañía especializada en consultoría y reparaciones del automóvil, emitía un informe que a muchos en el sector de la automoción sentó como una bomba: los coches que más se estropeaban eran "los nuevos", los coches en torno a los cinco años, mientras que, a pesar del envejecimiento del parque automovilístico español, los coches viejos eran los que soportaban la crisis (debido a que muchos los poseían personas con pocos recursos) y, curiosamente, también eran los que aguantaban el temporal como unos campeones, con reparaciones menores.

Y es que a diferencia de los modelos actuales, los coches antiguos se pueden "remendar", y repararlos no suponía para el taller ni complejo software OBD (con carísimas terminales que cuestan miles de euros) ni herramientas rebuscadas ni procedimientos. Reparar un coche antiguo tardaba un taller un cuarto del tiempo que tardaban en repararle una avería similar a uno nuevo.

Todo un móvil con cámara, radio, linterna y Bluetooth por casi lo que cuesta un F-91


¡Atención! Este post tiene una actualización más reciente aquí.

Me crecen los enanos. A mis problemas de ordenador se vino a unir ahora los problemas con mi móvil. Y es que mi viejo Nokia hace un poco "lo que le parece": cuando entra una llamada se apaga a veces, en otras ocasiones lo tienes un rato en el bolsillo, o lo dejas encendido sobre una mesa, y cuando vas a por él lo encuentras apagado, sin conexión... La gota que colmó el vaso fue cuando esta pasada semana fui testigo de un accidente y tuve que esperar a que me llamase la policía. Resulta que llegué a casa y, cuando me dio por mirar el móvil... ¡éste de nuevo apagado!

No es solo eso, por su culpa a veces vivo situaciones un tanto desagradables, como cuando me llama alguien y el teléfono se auto-apaga. Al interlocutor le da la sensación de que rechacé su llamada, que por supuesto no es así, dejándome en un muy mal lugar.

Vivir en un vagón de mercancías


Uno de mis sueños -irrealizable, ya lo sé- sería poder vivir en un vagón de tren, tener allí un camastro, un escritorio, una lámpara, una silla y poco más. Y una bici en un rincón, claro. Poder ir de estación en estación, ver el trasiego de las gentes, sus idas y venidas, y los distintos paisajes, túneles, apeaderos y vías entre el incesante traqueteo del tren.

En cierta manera me parece bastante romántica la forma que tenían de viajar algunos de los más pobres en el Lejano Oeste, saltando sobre los trenes con locomotoras a vapor en movimiento y tumbándose entre el heno de uno de los vagones de mercancías. Por supuesto estamos hablando de hace mucho tiempo, mejor no intentar hacer eso hoy porque te puedes complicar la vida de mala manera.

Nuestros colores preferidos para escribir


En los primeros años de colegio teníamos pocas opciones: debíamos escribir en el cuaderno con un bolígrafo de tinta azul, y usando el rojo para ocasiones puntuales y muy "singulares". El profesor tenía la licencia de usar un color un tanto especial: el negro, mientras que usaba el rojo para las calificaciones. Las notas (y errores) en controles y exámenes nos llegaban con un veredicto en ese color.

A medida que "escalábamos peldaños" en el ciclo educativo, y ganábamos en altura y edad, las cosas cambiaban. A partir del Ciclo Medio, lo que ahora sería la Secundaria y, antes, el quinto o sexto curso de la EGB, empezábamos a tener una mayor libertad. Podíamos elegir entre usar bolígrafo azul, o negro, e incluso si queríamos (y si éramos lo suficientemente "hombres" para ello, o locos...) podíamos usar el rojo para escribir todo el tiempo. Los profesores también gozaban de cierta libertad, yo tenía uno que siempre corregía los exámenes con bolígrafo de tinta verde, de esta manera sus correcciones eran más sutiles, no te hacía destacar los errores a rojo, sino que al ponértelos en verde era como si señalase recomendaciones hacia dónde debías mejorar. Me parecía una genial idea, aunque era el único que hacía ésto.

El resurgimiento de los móviles Nokia (sin Nokia)


Me ha llamado la atención una serie de teléfonos móviles que se pueden ver en el mercado, con un diseño calcado a muchos de los antiguos Nokia. Tienen modelos que se parecen muchísimo a los Nokia X2, a los famosos Nokia N97, o a los preciosos Nokia N8. Aunque en diseño, repito, son muy parecidos, una de las cosas más notorias de ellos es que mientras el Nokia N8 original costaba casi 600 €, éstos nuevos modelos cuestan una sexta parte: unos 100 €. Además, los móviles (o smartphones, en el caso del N8) no poseen marca alguna, por lo que exceptuando que carece del logo de Nokia, pasaría perfectamente por un modelo original de Nokia. Imaginaros: el N8, un modelo que en su día era inalcanzable para muchos (entre ellos yo), ¡y que ahora podemos conseguir por 100 €! Parece un sueño.

Ahora bien, ¿quién se esconde detrás de esta -a priori- genial idea?

Llamada a filas



Los más jóvenes puede que no entiendan muy bien toda aquella problemática pero los que ya tengan una edad recordarán con bastante nostalgia (y probablemente mucho temor) una de las etapas más inquietantes y repelentes por las que tenía que pasar todo varón español en edad de merecer: la llamada a filas. Es decir, su incorporación a "la mili". Servir a la patria (bonita palabra para abusar de ti cuanto quieran, por cierto).

No me voy a meter en camisas de once varas con este tema, solo diré que hasta que en los noventa no llegó el PP para liberarnos de aquella gilipollez, cada año miles y miles de reclutas veían sus nombres, apellidos y DNI (sí, lo de la privacidad se lo pasaban por el forro en aquellos tiempos) publicados en todos los panfletos y periódicos para acudir a su centro de reclutamiento. En mi caso, recuerdo muy bien cuando llegué una mañana a casa desde el trabajo, y me encontré a mi padre con el periódico sobre la mesa, consultando con inusitado interés el listado para ver si aparecía mi nombre.

Productos con abusivos márgenes de beneficio


A veces cuando adquirimos artículos al por menor somos conscientes, y asumimos, que tenemos que pagar un precio ligeramente más alto, que le pone el minorista para su propio beneficio. Aunque ese precio suele ser elevado si tenemos en cuenta el porcentaje de intermediarios, normalmente no lo es escandalosamente, pero hay artículos donde sí podemos darnos cuenta del enorme beneficio que obtiene un minorista.Y uno de esos artículos son los fósforos o, como se las conoce comúnmente, las cerillas.

Habitualmente suelo llevar conmigo una caja de cerillas de las pequeñas, de las más pequeñas, que solía adquirir en el supermercado. Pero recordé que, hace ya muchos años, en los tiempos en donde fumar era la moda y si no lo hacías casi que uno era "el bicho raro", la excepción, se comercializaban para los fumadores que preferían cerillas unos modelos de las cajas pequeñas con distintos motivos. La verdad es que eran cajas muy bonitas, que se podían incluso coleccionar, y algunas con estética que recordaban a las de los sellos. Decidí acercarme a algunos estancos a preguntar, ya que, suponía, una caja de cerillas de las más pequeñas no deberían ser caras.

Las corbatas del Senado de España


No sé si lo sabíais, yo la verdad, me he enterado hace poco -ya suponéis lo que me interesa la política, sé el partido que está gobernando y de casualidad-, pero me ha llamado la atención que la Cámara del Senado tenga su propia tienda. En efecto, en ella venden diversos productos, principalmente complementos.

Yo no uso corbatas, pero se la he pedido a un conocido que sí la tiene para ver un poco qué tal es y su calidad, y también dónde y cómo está fabricada. Suponía que, como Senado español que es, la corbata "de los senadores" estaría hecha en España (que los beneficios de su venta fueran para los españoles eso sería ya pedir demasiado, los beneficios se destinan a los senadores), y en una fábrica en suelo español.

Otros mundos


Para todos los que han perdido a alguien por el coronavirus.

Vivimos en un mundo donde tienes que morder el dolor y tragártelo hasta el extremo. Cuando mi madre falleció, pedí ver su cuerpo por última vez, tocarla, y recuerdo muy bien la necesidad imperiosa que sentía de despedirme de ella. Por eso, no puedo llegar a imaginarme el sufrimiento que debe ser tener que decirle adiós a una madre, un padre, al abuelo, la abuela, o al ser querido, sin poder verlo por última vez, estar ante su cuerpo presente y darle un último beso, depositar sobre su piel una última caricia.

¿Cómo calmar esa acuciante necesidad? Nada puede hacerlo.

Supongo que en estos últimos días, muchos habéis abrazado alguna prenda de vuestro ser querido, la camisa preferida de vuestro abuelo, la rebeca de la que vuestra abuela no se separaba en invierno... Yo lo hice. Y abracé esa prenda llorando hasta el extremo, hasta casi desmayarme, mientras las lágrimas corrían a borbotones por mis mejillas. Dicen los expertos que llorar es bueno, pero no sé si lo será hacerlo hasta esos extremos. Solo una mano amiga, contándole mi dolor una y mil veces, consiguió en parte aliviarme. Pero cuando ella se iba, cuando me quedaba sin ese hombro sobre el cual apoyarme, llegaba de nuevo a establecerse sobre mí la nube negra y terrible de mi tristeza y mi desconsuelo.

Aún hoy, me estremezco y me apeno al recordarlo. Y ese luto no se va, claro que no se va.

No sé cómo deciros, o transmitiros más bien, un poco de consuelo. Pero sé que, en esos momentos, las pocas palabras que puedan decirse ayudan, y mucho. Por lo tanto, solo quisiera haceros llegar que soy partícipe de vuestro dolor, lo comparto y soy consciente del gran peso que sobrelleváis. De vuestra terrible impotencia. De vuestra desolación.

Algunos dicen que se fueron personas mayores, con muchas patologías, como si eso lo hiciera menos doloroso e importante. Pero no eran eso para vosotros. Era vuestro querido abuelo, abuela, vuestros padres y madres, personas que, por muy ancianas que fuesen, no se merecían morir así, sin un abrazo, sin el cariño de sus allegados, sin teneros a su lado.


Una alta dirigente política del gobierno dijo hace pocos días que no os teníais que preocupar. Que todos tuvieron una última oración de los profesionales sanitarios, añadiendo (por aquello de quedar bien ante todo el auditorio) "los que fueran creyentes". Estoy seguro que los profesionales sanitarios lo hicieron lo mejor que pudieron, pero, ¿de verdad ellos sabían quién era creyente o no? ¿Les importaba en algún caso? ¿Disponían siquiera de tiempo para ello? Ver a cirujanos haciendo de ATSs me hace dudarlo.

Porque nadie como tú sabe lo que ese anciano vivió contigo, lo que te ayudó en tus momentos más duros, a veces con una ayuda material de su exigua pensión, y otras con una simple pero más que suficiente palabra de aliento, o con su compañía. Nadie mejor que tú conoce sus penurias, lo que sufrió por salir adelante, y por llegar a una vejez bien merecida que debía ser plácida y, desde luego, tener un final mucho más agradable que éste. Personas que lo dieron todo hasta los últimos instantes de su vida, en ocasiones incluso pidiéndoles a los médicos que utilizasen los escasos respiradores disponibles en pacientes más jóvenes y con más posibilidades de sobrevivir. Historias individuales de solidaridad, de valor y generosidad hasta el extremo. Que aguantaban estoicamente por los pasillos de los hospitales, mientras los médicos iban y venían totalmente desbordados. Porque eran eso: colapsados. Había casos que eran auténticamente desgarradores, cuyas historias no es el momento de contar aquí.

Pero ahora, como dicen las Escrituras, gozan de su merecido descanso. Ese es todo el consuelo que puedo darte, sé que insuficiente, sé que no llena ese vacío que sientes, pero sí tranquilizador. Ahora están en ese descanso que tienen más que merecido. Esperándote -porque, al contrario que ese personaje político, yo no tengo que guardar etiquetas tontas ante el público- para un día abrazarte, y en el que podrás decir no un adiós, sino algo mucho mejor: un "hola".

Descansen en paz en el Señor.

"Ahora que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos" (Ap. 14, 13).

Y en un momento de silencio, te ruego una oración por el alma de los fallecidos en la pandemia, y por el consuelo de sus familiares que no han podido decirles su último adiós.

| Preparación: esRevistas.com / esRevistas.blogspot.com | Redacción: Carta abierta, redactada por el escritor Bia Namaran, para todos los que han sufrido la pérdida de un ser querido durante la pandemia.

El auge de las bolsas de papel


Tras la prohibición de las bolsas de plástico, el paso natural era volver a utilizar bolsas de papel. Hablo de "volver" porque esto no es nada nuevo: el envoltorio en papel se usaba ya hace muchos años. Cuando yo era niño, en la pescadería el pescado te lo envolvian en una hoja de periódico, lo mismo que aquellos bocadillos de sardinas (rezumando el aceite por el papel), o el calzado. Recuerdo aquellas bolsas de papel marrón, en la que te metían las golosinas, fruta, o lo que fuera.

Cuando hablaba de esto, algunos ponían el grito en el cielo: "¡no, eso no va a volver!", "¡eso es antihigiénico, un atraso!", "¡las bolsas de papel se rompen, no se pueden agarrar bien, se ensucian...!", etc, etc.

"Marcando el tiempo": relojería de ayer y de hoy


Ricardo Suárez-. Buenos días, bienvenidos a este espacio una edición más aquí en "Marcando el tiempo". Os saluda Ricardo Suárez, y también bienvenido a ti, Mateo.

Mateo Salazar-. Hola, buenas, y muy buenas a todos los oyentes también, por supuesto.

Ricardo Suárez-. El otro día hablábamos, en el programa anterior, con Byron Smith, largo y tendido, sobre la relojería de cuarzo a la que tú no es que le tengas precisamente una gran preferencia respecto a la relojería mecánica, ¿verdad?

Mateo Salazar-. No es que sea cuestión de preferencias, yo lo dije el otro día también: para mí todos los tipos de relojería no dejan de ser para lo mismo, al final un aparato, un reloj. El cuarzo lo tenemos en smartphones, lo tenemos en los reproductores de música, se utiliza, tanto el cuarzo como la corriente alterna también, en los microondas y en tantos aparatos electrodomésticos... Para muchas personas el cuarzo ha desvirtuado un poco la relojería, porque la ha convertido en un mero dispositivo electrónico, cuando históricamente, al menos en el recuerdo de la gente de más edad, el reloj siempre ha sido mecánico. Y por una sencilla razón, por algo muy simple: que es la de medir el tiempo con nuestra propia energía, sin elementos externos ni necesitar fuentes de alimentación ajenas a nuestras manos, por decirlo de alguna manera.

Además, un mecánico se puede ver cómo trabaja, se le pueden ver los engranajes, se le puede reparar...

¿Un hombre con las uñas pintadas?


No hace mucho me regalaron un par de salvaorejas, en color transparente y negro. Le dije a la chica que si no había más colores, a lo que me contestó que sí, pero "para hombres no". Se refería a que había rojos, azules claros, verdes, amarillos fósforo... Pero "no para hombres". Ahora tengo unos cuantos, y los que menos utilizo son esos transparentes, y el negro (de hecho, no los utilizo casi nunca).

Cuento esto porque, no se a qué es debido, socialmente los hombres tenemos que vestir con unos ciertos tonos marrones, negros y grises, y poco más. Cuando me regalaron la mochila que actualmente llevo, a la persona que lo hizo le costó muchísimo entender que quería una roja. "¿Una mochila roja?". Pues sí. Me encanta ese tono (el amarante, en realidad).

Marcas que se esconden en subcontratas hasta para dar regalos


No suelo participar en promociones de marcas de alimentación porque, la mayoría de las veces, o son una estafa o no merece la pena el esfuerzo que tienes que invertir para participar (rellenar pesadísimos cuestionarios, darte de alta en redes sociales, subir fotos o tonterías varias...). Pero me llamó la atención el sorteo de BiFrutas (una bebida que hereda la imagen de Zumosol, ya sabéis que Pascual vendió Zumosol a los turcos Toksoz y, desde el fallecimiento de Pascual, la firma no ha levantado cabeza -tanto es así que han tenido que cambiar de nombre, ahora se llaman "Calidad Pascual-). Pero decido probar a ver qué se cuece detrás de este rimbombante sorteo (no es que me excite mucho una vuelta al mundo, sinceramente, y además su "vuelta al mundo" está llena de "trampas").

Tras realizar todo el proceso de registro, me piden subir dos fotografías: una del código en sí -que va en el envase-, y la otra del ticket de compra (debe ser porque no se fían de si compraste tu caja de zumo, o la robaste..., en fin). Lo que me llama la atención es que piden todo eso incluso antes de saber si te ha tocado o no, lo cual no tiene sentido alguno: ¿no habría sido más fácil pedir escribir el código y luego, si es que te ha tocado algo, pedirte lo demás?